(1996 – 2001)
1.- El león elegido rey
2.- Buena lección
3.- El chimpancé del bosquecillo
4.- El tigre y el pavo real
5.- La pantera y la gacela
6.- El jaguar, el cocodrilo y la gacela
7.- Qué verde están las uvas...
8.- La hormiga y el saltamontes
9.- Los bueyes
10.- El zancudo y la pulga
11.- Los gallos
12.- El camello, el caballo y el comerciante
13.- Los leones y las leonas
14.- El hortelano y el fresno
15.- El elefante y el mono
16.- El tejon y las ardillas
17.- El viento y el anciano
18.- Las rosa y las espinas
19.- La paloma y el gato
20.- El amor y el egoísmo
21.- El reno y los geranios
22.- El perro astuto
23.- El oso polar y el zorro
24.- El coyote y los oseznos
25.- Una comida entre dos es mejor
26.- La abeja y la avispa
27.- La zarigüeya y la calandria
28.- Las ranas y los ratones
29.- El borrico criticón
30.- Los avestruces y el orangután
31.- El cerdo y los ladrones
32.- La leona y la hormiga
33.- Los perros de caza
34.- El sapo y el lince
35.- La cigarra y la hormiga
36.- El pelícano y la foca
37.- El jardinero y la maleza
38.- Una sola orejita
39.- El mar y el sol
40.- El maquisapa y el orangután
41.- El león y el águila
42.- El cisne y los cerdos
43.- El cóndor, la serpiente y la zorra
44.- La fuga de los coatíes
45.- La coliflor y la orquídea
46.- El águila y la serpiente
47.- Las Hienas
48.- El cocodrilo y el puma
49.- El burro sabio
50.- El osezno y los salmones
51.- El asno y el cantero
52.- El comerciante de cerdos
53.- La liebre y el lobo
54.- La leona y las hienas
55.- El cazador, el caballo y el tigre.
EL LEÓN ELEGIDO REY
Estaban los animales eligiendo a quién gobernaría en la selva durante el año siguiente, para lo cual se había encomendado al dromedario y al camello la contabilidad de los votos. Los primeros lugares estaban siendo disputados por el tigre, el león, el búfalo y el elefante. Después de una ardua jornada en la que todos los animales tuvieron la oportunidad de votar de acuerdo a sus simpatías, los dos jorobados concluyeron en que el primer lugar había sido empatado por el león y el búfalo.
-Un momento, dijo el dromedario con voz solemne y chasqueando la lengua. La hiena aún no ha emitido su voto, así que será ella quien determine al ganador.
Para esto, ya el león había estirado una pata y, abrazando a la hiena, le decía en voz baja al oído:
-Mira hienita, creo que he sido injusto contigo, pues, cada vez que he cazado algo sólo te he dejado algunos huesitos, pero a partir de ahora te prometo que te he de dejar algunos trocitos de carne par que engordes un poquito ya que te veo muy flaquita.
La hiena entretanto se deshacía en regocijo ante las muestras de cariño con que el león la halagaba. El búfalo, al ver que ya nada podría hacer ante aquella lucha tan dispareja, sólo atinó a decir.
-Quién a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija, ojalá que por tu bien ese sea tu caso, mísero animal. Veremos si todo ese engreimiento con que ahora te cubre el león se da también más adelante cuando tenga ya el poder de parte suyo.
Ya elegido rey, el león dio muestras de su verdadero instinto sanguinario cazando y devorando a toda criatura que encontrara a su paso. Y junto a él siempre se veía a la hiena esperando su recompensa. La hiena engordó tanto a costa del león que ya le resultaba difícil caminar.
Pero como no hay ni pacto que dure mucho tiempo, el convenio entre ambas fieras un día llegó a su fin. Sobrevino un tiempo de hambruna y no habiendo animales que cazar, el león adelgazó considerablemente. Pero la hiena insaciable seguía reclamando su parte, de ahí que cierto día el rey de la selva perdió la paciencia y al ver a la hiena tan gorda de dos zarpazos la mató y se la comió.
-Caramba. Sí que estaba gordita esta hienita y hasta sus huesitos están blanditos.
El búfalo, que en ese instante pasaba por ahí, sólo atinó a sonreír, desapareciendo en esa sonrisa la amargura que la hiena le había provocado tiempo atrás.
MORALEJA
“Quién a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija “.
Wolfeschanze, noviembre de 1996.
BUENA LECCIÓN
Un lobezno pretencioso queriendo sobresalir sobre sus hermanos de camada, quiso ir de caza con sus mayores.
-¡Estás loco, pequeñín! Tu madre no lo permitiría, le dijo el padre.
Pero el pilluelo había heredado la tenacidad de la loba y se marchó tras las huellas de los cazadores. Cerca de un arroyo, el osado lobezno perdió el rastro, se quedó deambulando un largo rato.
-No importa, he oído decir que los lobos cazan ovejas, así que iré a buscar alguna.
Largo rato caminó desconcertado, creyendo que las ovejas están tras unos arbustos, sobre ellas se lanzó.
Horas más tarde, la madre del travieso lo vio llegar cabizbajo y muy golpeado.
Cuando el pequeño señaló el lugar donde había estado, la madre sonriente le dijo:
-Esas no son ovejas sino cabras.
MORALEJA
“Todo lo que se hace arrebatadamente, suele terminar mal”.
EL CHIMPANCÉ DEL BOSQUECILLO
Un orangután llegó hasta la entrada de un bosquecillo donde un chimpancé comía un plátano.
-¡Hola!, amigo chimpancé. Dime una cosa ¿cómo son los animales que habitan en este bosque?
El chimpancé engulló el plátano que tenía y le preguntó al orangután:
-¿Cómo eran los animales del lugar de donde provienes?
-Pues, muy amables, se preocupaban por el bienestar de todos, ayudaban al necesitado y protegían a los desvalidos, contestó el orangután.
-Bueno pues, aquí encontrarás algo similar a aquello, dijo el chimpancé.
Al otro día, hasta aquel pequeño bosque llegó un gorila y el chimpancé aún seguía sentado en el mismo lugar comiéndose un plátano.
-¡Hola!, monito. Dime ¿cómo son los animales que viven por aquí? Interrogó el gorila.
El chimpancé lo miró con recelo y luego dijo:
-¿Cómo eran los animales del lugar de donde vienes?
-Pues, eran muy malos, contestó el gorila mostrando una cara de desagrado. Además estaban poseídos por la envidia y la ambición, mataban a los desvalidos y no compartían la comida con los que no tenían, contestó el gorila.
-No encontrarás diferencia entre este lugar y el que has dejado, amigo, dijo el chimpancé.
Luego que el gorila se hubo marchado, una zorra, que había estado merodeando por ahí, interrogó al simio.
-Hay algo que no entiendo, amigo. A uno le dices que este bosque es una maravilla y a otro se lo pintas como si fuera le mismísimo infierno.
El chimpancé lo miró con indiferencia. Luego agregó:
-Nunca he estado en este bosque, así que no sé cómo será. A mí no me interesa lo que le pase a los demás. Yo sólo veo por mí.
MORALEJA
“Quienes carecen de solidaridad con el prójimo sólo buscan su provecho personal”.
EL TIGRE Y EL PAVO REAL
Pavoneándose de su colorida cola estaba un pavo real cuando una codorniz interrumpió su arrobamiento.
-¡Qué bonitas plumas embellecen tu cola!, dijo el ave tratando de congraciarse con el pavo real.
-Eso ya lo sé, pájaro tonto, o es que crees que no tengo ojos para ver, respondió groseramente la vistosa ave.
La codorniz hizo a un lado el mal humor del pavo real y continuó:
-Si fuera usted me cuidaría de extender la cola en cualquier lugar, ese abanico multicolor atrae la atención y eso puede ser peligroso.
El pavo real se marchó y se entretuvo cerca de un estanque donde algunos insectos le sirvieron de sustento. Un tigre que bebía por ahí divisó entre la crecida hierba unas enormes plumas verdes azuladas que llamaron su atención.
Unas ranas asustadas se hundieron en la charca, pequeñas plumas de colores parecían adornar los bigotes del felino.
MORALEJA
“La discreción siempre será mejor que la ostentación“.
LA PANTERA Y LA GACELA
Luego de pelear con una leona por defender su guarida, una pantera quedó muy herida por lo cual decidió ocultarse en una cueva hasta recuperarse.
Hasta ahí llegó una joven gacela llevada por la oscuridad.
-¡La suerte está de mi lado!, dijo la fiera luego de atrapar a la incauta. Ahora tendré para alimentarme durante varios días, no cabe duda.
La gacela, al verse perdida, trató de recurrir a la astucia para liberarse de aquel peligro inminente.
-Detén tu bravura amiga, y te brindaré alimento para mucho tiempo, y en las condiciones que estás, los vas a necesitar.
La pantera, al ver la magnitud de sus heridas, decidió escuchar a la gacela.
-Mi carne es muy codiciada por zorros y lobos, pues bien, los traeré hasta aquí y así te será fácil cazarlos.
-Me parece un trato justo, dijo la pantera, pero para asegurarme que todo esto no será más que una artimaña para escaparte, te amarraré una pata con esta soga. ¿Te parece bien?
A la gacela no le quedó más remedio que aceptar el trato en tales condiciones.
Todo marchó de lo más bien, pero la pantera engordó tanto que un día murió de indigestión. En vano trató la gacela de liberarse de la cuerda que laceraba una de sus patas. Muchos zorros y lobos, atraídos por el fuerte olor a animal muerto que escapaba de la cueva, se avecinaron hasta ahí, dando muerte a la pobre infeliz.
MORALEJA
“No encontraremos solución a nuestros problemas, valiéndonos engañosamente de los otros“.
EL JAGUAR, EL COCODRILO Y LA GACELA
Conocedor de los hábitos de una gacela, un jaguar descansaba entre las ramas de un árbol a la espera de que el animal se acercara a comer atraída por la hierba frondosa y verde que crecía cerca de donde él estaba para poder cazarla.
Cada vez que la veloz gacela se acercaba y olisqueaba la hierba, el jaguar descendía por el árbol manteniendo a raya a la gacela.
-No tardará en venir a comer, el hambre la hará acercarse y entonces la cazaré. Sólo debo tener un poco de paciencia y en eso soy un experto.
Y el felino no se equivocó, pues, después de varios días de hambruna y ya bastante debilitada, la gacela no tuvo más remedio que arriesgarse. El jaguar se lanzó tras ella. En vano trató de escapar la gacela, sus patas debilitadas por la falta de alimento no le respondieron en su huida y el jaguar la capturó fácilmente.
Después de comer a su presa con gran fruición el jaguar se acercó al río para beber, pues, la carne de la gacela le había dado mucha sed.
-Ahora un buen traguito de agua fresca y a dormir hasta mañana, dijo el jaguar.
Ni bien hubo dado el primer sorbo cuando un enorme cocodrilo estuvo por arrancarle la cabeza. De no haber sido rápida su reacción el jaguar hubiera descansado en la panza del cocodrilo.
Al igual que la gacela, el jaguar, desesperado por la sed tuvo que arriesgarse a beber agua en el río. El cocodrilo, escondido tras unos juncos, lo dejó beber con confianza para luego tomarlo del pescuezo con su enorme boca e introducirlo en el río.
MORALEJA
“Lo que hacemos a otros, no nos debe asombrar que nos lo hagan a nosotros”
QUÉ VERDE ESTÁN LAS UVAS...
Jugaba un maquisapa colgándose y descolgándose de los árboles, sus maromas, volatines y malabares con las manos trincadas a las ramas provocaban el asombro de un chimpancé que gustaba observarlo en las mañanas. Un orangután que merodeaba por el lugar lo miraba con recelo.
-Ese mono vanidoso se cree un gran equilibrista; si yo tuviera esa larga cola también haría lo mismo, dijo el orangután.
-No hay necesidad de tener esa cola para hacerlo, todo está en la destreza de los brazos y las patas, dijo el chimpancé sin dejar de observa al maromero.
Cansado de jugar, el maquisapa se marchó.
-¡Bah! Por fin se largó ese mono tonto, yo no perdería mi tiempo así.
-¡Qué verdes están las uvas...!
-¿Qué dices?, lo interrumpió el orangután.
-Nada, nada, dijo el chimpancé riéndose.
MORALEJA
“Fácil es subestimar las cualidades de os otros, pero no nos ponemos a prueba por temor a fracasar”.
LA HORMIGA Y EL SALTAMONTES
Un saltamontes tocaba su violín junto a un camino por el que acostumbraba pasar una hormiga llevando hojas a su hormiguero.
-Saltamontes haragán, eso es lo que eres, gruñía la hormiga.
-Por qué no disfrutas de mi música, bicho displicente y dejas de importunarme con tus quejas.
La misma escena se repetía diariamente en aquel caluroso verano. Cuando llegó el invierno con sus primeras lluvias, la hormiga había engordado una barbaridad; el alimento que había almacenado la había vuelto lenta y apática; en cambio el saltamontes estaba muy flaco y débil, pero aún seguía dándole al violín a pesar del frío intenso que hacía tiritar sus antenitas.
La hormiga encontró el momento propicio para burlarse del saltamontes.
-Estás tan flaco que ninguna araña te comería si cayeras en su telaraña. ¡Ji!.¡Ji!.¡Ji!
Ya que no hay comida a la vista, puedes empezar a comerte tu violín.
Mirando detenidamente a la hormiga, el saltamontes respondió:
-No será necesario, mejor sabor que este viejo violín debes tener tú.
Después de comerse a la hormiga se echó a descansar.
MORALEJA
“Enfrentarse a los que tienen vicios es exponerse a males mayores“
LOS BUEYES
Hastiado de cargar el yugo y de arrastrar el arado, un buey decidió no trabajar.
-Hasta aquí nomás arrastro esta esclavitud, se quejó el malhumorado animal. Este calor es agobiante y ya me duelen hasta los cueros, poco me interesa que me muelan a palos.
El otro buey le recriminó su actitud.
-Quizá tengas razón, compañero. Somos hijos del mismo infortunio, pero reflexiona que así como yo cargo la mitad del trabajo también recibiré la mitad del castigo.
Horas más tarde, los dos bueyes iban arrastrando su pesada carga.
MORALEJA
“Unas palabras sensatas abren los oídos más obtusos “
EL ZANCUDO Y LA PULGA
Al ver la buena salud que tenía un zancudo, una escuálida pulga le dijo:
-Cada día te veo más gordo. Cuánto daría yo por estar así.
Al verla tan apenada y enflaquecida, el zancudo se apiadó de ella.
-Ven conmigo esta noche y te enseñaré cuál es la clave de mi éxito.
-No, esta noche no puedo, estoy muy cansada.
-Entonces, mañana te espero al anochecer.
-No, mañana tampoco puedo, pero te prometo que cuando tenga tiempo te buscaré.
Cuando la pulga se alejaba dando pequeñas saltos con gran esfuerzo, el zancudo agradeció al cielo el no ser como ella.
MORALEJA
“Ambicionamos el bienestar y el éxito que tienen otros, pero no estamos dispuestos a realizar los esfuerzos necesarios”.
LOS GALLOS
Reunidos en un corral se hallaban tres viejos gallos haciendo gala de sus conquistas de otrora.
-Yo he cortejado, dijo un carmelo, a las más bellas gallinas ponedoras que jamás se hayan visto.
-Yo, dijo otro, conquisté el amor de la linda Rojiza; sus huevos de doble yema eran de los más cotizados.
Cuando el tercero de los gallos, a cuyo corral habían ido de visita los otros dos, quiso hablar, una gallina gorda le tapó el pico con una de sus alas y lo calló en seco.
-Basta ya de fanfarronerías, vejetes, y a poner sus patas mugrosas a otro sitio, y tú, dijo el gallo que aún permanecía con el pico cerrado, anda a ver tus polluelos en vez de estar escuchando a estos tontos.
-Vámonos de aquí, amigo, dijo uno de los gallos corridos por la eufórica gallina, porque donde el gallo es mudo la gallina cacarea, y eso no me gusta ada, me trae mala espina.
El otro gallo se puso a bañar a sus polluelos mientras la gallina gorda chismeaba con otra.
MORALEJA
“Más vale el diablo por viejo que por diablo”.
EL CAMELLO, EL CABALLO Y EL COMERCIANTE
Un comerciante tenía que cruzar el desierto para lo cual decidió consultar con un vendedor de bestias de carga para que le recomendara una de las que estaba e venta. El vendedor no estaba, pero uno de los camellos que ahí se encontraban, le dijo:
-Yo soy lo que usted busca. Mis patas están hechas para las grandes distancias y la arena ardiente y ni qué decir de mis ojos adaptados al sol incandescente y a las tormentas de arena, otra cosa más, consumo agua en cantidad antes de partir y ya no necesitaré más en el trayecto.
Las palabras del camello le sonaban convincentes, ero aun así, avanzó hasta el lugar donde se hallaba un caballo que había escuchado al camello. El animal lo miró seriamente:
-Si algún mérito hay en mí, este es la prudencia, ella me hace medir mis palabras.
El hombre no entendió las palabras de la bestia, pensó que era un animal tonto.
En el desierto el hombre se sintió contento con la elección del camello, el animal no se detuvo durante varios días. Anduvo muchos kilómetros, pero una mañana se desplomó; el camello había muerto.
En aquellas arenas ardientes permaneció el hombre por espacio de dos días hasta que en el horizonte se dibujó la figura de un jinete. El comerciante reconoció al caballo que desechó por el camello que ya daba señales de descom-posición.
-Mi caballo no me trae problemas. Él me avisa cuando está cansado, es bueno que después de una dura jornada descanse. Es un caballo muy inteligente.
El comerciante no hizo comentario alguno, ahora comprendía lo que el caballo quiso decirle
MORALEJA
“Debemos dosificar nuestras fuerzas con mucha prudencia“.
LOS LEONES Y LAS LEONAS
Cazando estaban un grupo de leonas cuando vieron que unas cebras pastaban cerca de ellas.
-Esta es nuestra oportunidad, no la desaprovechemos, dijo la leona más experta.
Agazapada entre la huerta para no ser vista, dio la voz de alarma y todas las leonas se lanzaron al ataque, una tierna cebra fue la víctima de la emboscada.
-Valió el esfuerzo, muchachas, de verdad que la presa, aunque pequeña, valió la pena, dijo la leona.
Ya se aprestaba la manada a clavar los dientes sobre el botín cuando unos leones se abalanzaron sobre la cebra.
-Es el colmo, rugió la leona cazadora, estos sinvergüenzas duermen todo el día, no cazan, pero son los primeros en la repartición.
Flemáticos como eran, los leones ni se inmutaron por lo dicho y siguieron comiendo.
MORALEJA
“El abuso llega hasta donde los permitimos”.
EL HORTELANO Y EL FRESNO
Un hortelano, queriendo disponer de mejor forma el dinero heredado de su padre, se compró un hermoso huerto.
-¡Qué maravillosos son estos árboles frutales!, dijo mientras recorría su nueva propiedad.
Pero en medio del huerto, había un enorme fresno.
-Para qué me puede servir este árbol que no hace más que ocupar espacio.
Descansaré un par de horas y después veré qué hacer con él.
Al marcharse, el hombre tropezó con una piedra y cayó de bruces. Trató de levantarse pero no pudo. Nadie oyó sus gritos de auxilio. El fresno, que se hallaba preocupado por su destino, pensó que era el momento de ayudar al hortelano para congraciarse con él. De inmediato dejó caer una de sus ramas que fue a parar al lado del huertero, quien apoyándose en la dura rama, logró ponerse de pie.
-Esto es lo que se llama un golpe de suerte, gritó el hombre emocionado.
Al otro día el hombre afiló el hacha y cortó el fresno. En su lugar plantó un nogal.
MORALEJA
“A veces ayudamos a quienes serán los causantes de nuestra desgracia”.
EL ELEFANTE Y EL MONO
Comiendo algunos brotes de pequeños arbustos se hallaba un elefante cuando un enorme coco dio en su cabeza.
-¡Ay! Justo tuvo que desprenderse este coco por donde yo camino.
No bien había andado unos metros cuando otro coco le impactó de nuevo, provocándole ahora una notoria contusión.
-¡Qué raro! Aún estando lejos del cocotero, sus frutos dan sobre mi cabeza.
Al tercer golpe, el elefante escuchó a un mono que reía estruendosamente, entonces comprendió que aquel inoportuno era quien lazaba los frutos. De nada valieron las advertencias ni las amenazas; el mono siguió haciendo de las suyas.
Enfurecido el paquidermo, arremetió contra el cocotero derribándolo. El mono cayo cerca de un río donde dos cocodrilos tomaban sol.
-Somos afortunados, amigos, llegó el almuerzo, dijo uno de ellos.
Todo fue rápido, “lo malo es que medio mono no llena”, dijo el otro cocodrilo.
MORALEJA
“No provoquemos la furia de nuestros enemigos si no conocemos sus fuerzas”.
EL TEJON Y LAS ARDILLAS
Durante casi todo el verano, un tejon se dedicó a llenar su madriguera con nueces y bellotas que iba recolectando por todos los alrededores del bosque. Una mañana mientras buscaba nueces, sorprendió a un grupo de ardillas llevando gran número de bellotas hasta lo alto de un árbol, donde los frutos eran depositados en un hueco que había en la corteza.
-¡Caramba!, exclamó asombrado. En ese árbol debe haber todo un botín, creo que si tomo unas cuantas bellotas nadie se dará cuenta del hecho, así que manos a la obra.
El ladronzuelo encontró la manera de hacerse de un buen lote de frutos sin esfuerzo alguno. Las ardillas continuaron con su trabajo sin sospechar nada. El tejón amplió su cubil, las nueces y las bellotas desbordaban el lugar.
Un tejón más flojo y sinvergüenza que el que estaba robando a las ardillas se percató del hecho.
-Si yo le robo a ese ladrón, no me sentiré mal.
Dicho esto, tomó una carreta y se llevó todo. Las ardillas ya habían sospechado de que alguien estaba robándoles y buscaron otro escondite. El tejón se rascaba la cabeza en la puerta de su guarida sin entender qué había pasado.
MORALEJA
“El avaricioso, por codiciar lo ajeno pierde lo suyo”.
EL VIENTO Y EL ANCIANO
Un anciano observaba a unos pescadores que en sus pequeños botes hallaban sus redes llenos de peces.
Repentinamente, el viento sopló con mayor velocidad hasta transformarse en un torbellino de aire caldeado que con suma facilidad arrastró los botes hasta las peñas musgosas cercanas a la orilla, convirtiéndolos en inservibles trozos de madera.
Al ver que el viento reía por lo que había hecho, el anciano le dijo:
-¿Por qué te comportas así con los hombres, nov es que están buscando sustento?
El viento miró al viejo con desprecio, “insecto insignificante”, pensó, y soplo con mayor fuerza.
-Mira el Sol, insistió el viejo, siempre sonriente y generoso, sabedor de que sus rayos brindan vida a los hombres, plantas y animales. En cambio tú vives sólo sembrando el pánico y el horror cambiando de nombre a cada momento: ayer, tornado; hoy, tifón; mañana, huracán, pero llevando siempre el mismo signo de tragedia, dolor y muerte.
El viento quedó pensativo ante los argumentos del anciano, entonces sopló con menos fuerza. A partir de ese día un viento controlado guiaba los barcos de vela según la necesidad de su velamen, apagaba conatos de incendio, apaciguaba la bravura de los mares.
Gracias al anciano, el viento había encontrado una razón de su existir.
MORALEJA
“A mayor humildad, más grande será nuestra grandeza “
LAS ROSA Y LAS ESPINAS
“El encanto de las rosas es que siendo tan hermosas no conocen lo que son”
JOSE MARÍA PEMÁN
Se quejaba una rosa de las espinas que cubrían el delgado tallo que la sostenía.
Sus quejas no hacían más que afear su imagen de bella flor.
-Ya empezó la antipática con sus berridos, soportar sus alaridos es un tormento, se quejó un clavel.
-Ingrata muchacha. No sabes el favor que te hacemos estando cerca de ti, dijeron las espinas.
Un joven e inexperto jardinero se hizo cargo del mantenimiento del jardín.
-Nunca me han gustado las espinas, dijo, y cortó todas las que encontró.
-Ahora me siento más confortable, dijo sonriente la rosa.
Un atardecer, una pareja de enamorados se refugiaron cerca al jardín haciéndose todo tipo de promesas.
-¡Qué linda rosa!, dijo el muchacho. Y qué oportunos somos, no tiene una sola espina; será fácil arrancarla.
Los pedidos de auxilio de la rosa fueron apagados por una mano experta en cortar tallos.
MORALEJA
“No nos privemos de quienes desean nuestro bien “
LA PALOMA Y EL GATO
“Para Fran Córdova
por el amor que le tengo
y por muchas cosas más”
Viendo una paloma que un gato había terminado de comer, se acercó hasta el plato y comenzó a picotear algunos mendrugos. Al verla el gato, que descansaba cerca de ella, se acercó sigiloso y le dijo:
-Eres atrevida, palomita, acaso no sabes que puedo devorarte en un instante.
La paloma siguió comiendo sin inmutarse.
-Vaya que si eres tontuela, estás en mis dominios y pretendes que te perdone la vida.
La paloma dejó de picotear y susurrante le respondió:
-No encuentro motivo alguno para ser víctima de tus garras. Nada te he hecho.
-Eso crees tú. Acaso no eres quien diariamente se aprovecha de mi pasividad para engullir mis alimentos.
No lo veas de esa manera, gatito. Piensa ene lecho de que me alimento de lo que dejas y así evito que las hormigas invadan tus dominios.
El gato, ante tal respuesta, movió la cola sorprendido.
-Cómo pretendes que te perdone cuando todas las mañanas tu horrible canto perturba mi sueño.
-No soy yo sino el gallo a quien haces referencia.
El gato volvió a la carga.
-¡Ah!, ya sé, tú eres quien con sus aterradores ladridos gusta de perseguir a todo gato que se le cruza en su camino.
-Te equivocas de nuevo, felino. Ahora te estás refiriendo al perro y no a mí.
El gato, perdiendo la paciencia, sacó las uñas y las deslizó sobre la tierra.
-Pero o podrás negar que durante el día gritas como una condenada dando de patadas cuando no se atiende tus caprichos.
La paloma, moviendo la cabeza de un lado a otro, contestó sonriente.
-Lo siento, amiguito, pero estás hablando del burro y no de mí.
El gato, exasperado, dio un salto y atrapó a la paloma entre sus garras.
-Pues, se acabaron las razones, digamos entonces que lo que me dan de comer mis amos no me satisface. Y dicho esto, el gato devoró a la paloma.
MORALEJA
“La razón del más fuerte, aunque sin fundamento, muchas veces se impone sobre los débiles“
EL AMOR Y EL EGOÍSMO
Una mañana se encontraron el amor y el egoísmo.
-Estoy muy contento, dijo el segundo, pues, acabo de comprobar que crezco como una planta en los corazones de todos los seres humanos.
El amor que escuchaba atento lo que el egoísmo decía, le replicó:
-Te equivocas de cabo a rabo, viejo egoísta. Yo tengo más presencia que tú, yo anido en el corazón de más seres humanos de lo que tú puedas imaginar; lo que sucede es que la bondad tiene muy poca propaganda, ven y te lo demos-traré.
Fue así como ambos recorrieron muchos pueblos y fueron comprobando que las acciones malas tenían más resonancia que las acciones de bondad y caridad.
-Mira, le dijo el amor al egoísmo. Esa madre está maltratando a su hijo, observa cómo la gente se aglomera para presenciar el hecho. Luego se marcharán y divulgarán lo que has visto. Y así mucha gente tendrá la idea equivocada de que la mayoría de las madres castigan a sus hijos.
Luego recorrieron muchas casas y vieron cómo había gente que ayudaba a los enfermos, daba de comer a los pobres, protegían a los niños abandonados, cuidaban de los animales indefensos y todo so sin esperar recompensa alguna.
-Ves ahora cómo tengo razón, dijo el amor al egoísmo. Tantas acciones buenas y la gente no se aglomera ni se detiene a verlas. Nadie está interesado en hacer correr la voz sobre todas estas acciones que en el fondo no son más que caridad, bondad, cariño, amor, sacrificio, dedicación, generosidad...
-Cállate ya, gritó el egoísmo, ya no soporto escucharte, así que mejor me marcho.
Después que el viejo egoísmo se marchó, el amor se quedó sonriente y pensativo:
-Si bien el egoísmo existe en muchos seres humanos, yo me atrevería a pensar que, si ponemos en uno de los platos de una gigantesca balanza todos los actos del egoísmo, y en el otro los gestos del amor, el fiel oscilarán hacia estos segundos
MORALEJA
“Muchas veces acabamos pensando que sólo existe lo que nos cuentan y no nos detenemos a ver lo que realmente existe”.
EL RENO Y LOS GERANIOS
Paseando estaba un reno cuando decidió darse un ligero descanso. Echado junto a un arroyo, llamó su atención un conjunto de gigantescos geranios cuyas coloridas flores despedían una agradable fragancia. Aquel olorcillo despertó su apetito, así que creyó que podía darse un buen festín.
-Oye, tú! Dijo una de las plantas ¿qué pretendes hacer con nosotras?
-Pues, ninguna otra cosa que morder vuestras hojas y flores para saciar mi apetito.
-No te das cuenta, animal tonto, que con nuestras flores embellecemos el ambiente, y que nuestras hojas ayudan a purificar el aire.
El reno se sintió ofendido y de inmediato replicó:
-¡Bah! Que me interesa que ustedes sean como son, lo único que sé es que tengo hambre y que me las comeré de una vez.
En eso, unos disparos pusieron las orejas del reno en alerta.
-¡Ea, qué es eso!, dijo el reno alarmado.
-Son cazadores y están muy cerca, dijo una flor blanca del geranio.
-¡Dios mío, estoy perdido!, exclamó el animal aterrado. De seguro me verán correr y con sus armas de fuego me matarán.
-No te preocupes, dijo el geranio, nosotros te protegeremos, basta con que te mantengas quieto y no te verán, pues, como somos tantas plantas que podemos cubrir tu gran tamaño.
El reno, para mayor precaución, se echó sobre la hierba y hundió su cabeza a fin de ocultar su grandiosa cornamenta. Pasado el susto, el animal agradeció a los geranios por haberle salvado la vida y se dio cuenta que por satisfacer su apetito, hubiera puesto e riesgo su vida.
-Adiós, amigos, dijo el reno. He aprendido la lección y para otra vez seré más prudente.
MORALEJA
“Felices quienes tienen la prudencia para medir sus accione antes de hacerlas”.
EL PERRO ASTUTO
Llegado un perro a un pueblo, se enteró de inmediato del maltrato que estos sufrían a manos de los pobladores del lugar.
-Vaya lo que me espera, pensó el animal, si no encuentro una rápida solución a esto, la pasaré muy mal.
El animal recorrió los basurales del lugar y encontró en su camino un gran número de latas de pintura a medio llenar.
-Ya sé lo que haré, dijo el perro, pintaré mis dientes color del oro ara que la gente crea que son de gran valor y así, me acogerán con atenciones.
Cuando los habitantes vieron al perro, cuyos dientes brillaban fulgurantes, se deshicieron en atenciones y le ofrecieron hospedaje.
-Ven aquí, lindo perrito, le dijeron unos ancianos mientras le ofrecían un gran trozo de carne que el perro engulló con gran satisfacción.
-Aquí podrás descansar con gran complacencia, le dijo un hombre en cuyos ojos se reflejaba la codicia y la ambición.
Los días transcurrían en la vida del animal entre el placer y la holganza, provocando la rabia y la envidia entre los perros del lugar quienes poco a poco fueron abandonando el pueblo llenos de desesperanza.
Pero el tiempo pasó y el envejecido perro veía llegar sus últimos días. Rodeado de gran cantidad de gente, el perro exhaló su último suspiro. No bien se percataron de que había muerto, los que habían alimentado y acogido al perro en sus casas se lanzaron en pos de la preciada dentadura, grande fue la sorpresa que se llevaron cuando descubrieron la estratagema de que se había valido el can para engañarlos.
-Arrojemos los restos de este sinvergüenza al basural, para que así escarmienten los otros perros, gritaban los enfurecidos habitantes.
-Mejor quemémoslo, vociferaban otros.
Lo cierto es que el perro, ya muerto, no podía sufrir los embates de venganza que se cernían sobre él.
MORALEJA
“La astucia puede solucionar nuestras necesidades “
EL OSO POLAR Y EL ZORRO
“Para Erick, por ese ímpetu guerrero.”
Pasaba un oso polar gran parte del día refocilándose entre la nieve y comiendo las algas que el mar varaba.
-Ya estoy harto de llenarme la panza con estas algas, un oso debe comer carne y grasa y eso sólo me los proporcionan las focas, así que osito, a cazar se ha dicho.
Anduvo el oso muchos kilómetros buscando focas, las cuales devoraban con fruición, guardando parte de su botín entre la nieve para despachársela después.
Todo marchó sobre ruedas hasta el día aquel en que el plantígrado se dio con la sorpresa que la carne de foca que había ocultado en su escondite había desaparecido.
-¡Diablos y diablillos!, exclamó el oso furibundo. ¿Quién se ha atrevido a robarme mi comida? Ya verá ese granuja, lo desapareceré de un zarpazo.
La nieve, acariciada por el so, se fue desvaneciendo hasta convertirse en agua y el ladrón no apareció. Volvió el río polar y nuevamente los mares se convirtieron en hielo. Y el ladrón no apareció.
Cuando ya el oso había olvidado el incidente, su escondite volvió a ser visitado por el insólito amigo de lo ajeno.
-¡Esto ya es demasiado!, gritó el oso sumamente excitado, juro que atraparé a ese bandido aunque tenga que remover toda la nieve del mundo.
No tardó el oso, para su fortuna, en encontrar unas pequeñas huellas que salían de su escondite y se perdían en la nieve por causa de la fuerte ventisca que azotaba la planicie. Eran las huellas de un pequeño zorro.
-Ahora verá este pillo que le espera, dijo el oso sonriente.
Una tarde, unos pequeños ojitos aparecieron tras un monte de nieve. Era el zorro que hurgaba el horizonte buscando al oso. Al ver que no estaba, el zorro se apresuró a saquear el escondrijo. Con gran agilidad y rapidez sacó la nieve en busca de la carne que el oso solía esconder pero de entre la nieve afloró una enorme garra blanca que lo cogió del pescuezo.
-Te atrapé sinvergüenza, y ahora pagarás caro tu atrevimiento.
El oso, que se había escondido bajo la nieve, no tardó en descubrir que la carne del zorro, si bien no era tan sabrosa como la de las focas, servía en los tiempos de escasez para entretener el estómago.
MORALEJA
“Nuestras malas acciones tarde o temprano terminan siendo descubiertas”.
EL COYOTE Y LOS OSEZNOS
Un hambriento coyote paseaba por unas montañas rocosas en busca de algún conejo distraído cuando se encontró con un puercoespín. La caza le resultó infructuosa, adolorido el coyote, aullaba desesperado tratando de desprenderse las púas que tenía en la pata.
Luego de unas horas y con unos ratoncillos en la panza, divisó una mofeta. Un líquido pestilente que le lanzó el animal le irritó los ojos. Una vez más el hambre le hostigaba la panza.
Cerca de un río divisó a dos oseznos que corrían por el prado.
-Ahora sí llegó mi turno, con esos dos tendré comida para toda la semana.
Alertados los pequeños osos, corrieron y se refugiaron en una cueva; el coyote llegó hasta allí, no cabía de felicidad.
-Vengan, no tengan miedo, sólo quiero jugar con ustedes, vengan, amiguitos, decía el coyote mientras palpaba las paredes de la oscura cueva.
Cuando sus patas palparon algo suave, caliente y que crujía como una locomotora, cayo en la cuenta que tenía ante sí a un enorme oso. Los oseznos vieron al coyote en el río durante varios días tratando de aliviar las heridas recibidas.
MORALEJA
“Tras lo que parece simple pueden esperarnos grandes sorpresas”.
UNA COMIDA ENTRE DOS ES MEJOR
-Nunca atraparé a ese antílope, siempre se me escapa, se lamentaba un jaguar.
-Oye, gato, le dijo un día un buitre. Porque en vez de andar correteando a ese antílope no utilizas tu astucia para atraparlo.
-Qué use qué, interrogó sorprendido el felino.
El buitre pensó que si quería tener una buena cena, tendría que dedicarle un tiempo al jaguar.
-Mira, amigo cada cual posee sus virtudes. ¿Conoces tú las de aquel animal a quien quieres atrapar? No, verdad; pues debes saber que su principal virtud es la velocidad.
-Yo también soy veloz, replicó el jaguar.
-Lo sé, lo sé, dijo el buitre, pero él lo es más y tienes que empezar reconociéndolo.
El felino empezó a impacientarse porque no le gustaba lo que aquella ave grotesca le decía.
-El antílope es majestuoso y bello, prosiguió el buitre, eso no se le puede negar.
El jaguar entristeció, se echó sobre la hierba y hundió su cabeza entre las piernas.
-Vamos manchadito, no te pongas así. Tú también tienes lo tuyo, dijo el buitre tratando de levantarle el ánimo.
-¿Si?, exclamó el felino levantándose rápidamente.
-Claro, eres ágil, fiero, robusto y astuto. Y es con esa astucia que puedes atrapar al antílope. Pero eso sí, recuerda cuando lo atrapes que una comida entre dos es mejor.
A petición del jaguar, el buitre se comprometió a darle otra lección, por lo cual quedaron en encontrarse al día siguiente.
-Este estúpido vale la pena, mañana ya no tendré que preocuparme en buscar carroña, este tonto me dará comida fácil, pensó el buitre mientras alzaba vuelo
Al otro día, cuando el sol desparecía las sombras el buitre encontró al felino recostado junto al árbol.
-¿Estás listo? Dijo el buitre.
-Claro que sí, y con un hambre feroz, respondió el jaguar.
Otro jaguar, que se hallaba agazapado en el árbol, saltó sobre el buitre y de una dentellada le arrancó el cogote.
-Este pescuecito pelado está bien tierno, dijo el jaguar que cayó sobre el buitre.
-¡Y qué me dices de estas patitas! . Una comida entre dos es mejor, dijo el otro.
MORALEJA
“Debemos cuidarnos de no caer en manos de quienes creemos inferiores en ingenio”.
LA ABEJA Y LA AVISPA
Volaba una abeja en busca de polen para llevar a su colmena, una azucena de flores grandes, blancas y muy olorosas llamó su atención.
-Se ven exquisitas y por lo que veo tienen gran cantidad de polen
El insecto extrajo el polen e inició el vuelo de retorno hacia su colmena. Después de varios viajes, la abaja se encontró con una avispa posada en una de las flores.
-Oye, intrusa, lárgate inmediatamente, no ves que descubrí primero este lugar, dijo la abeja con el aguijón presto al ataque.
La avispa sabía que por su tamaño podía fácilmente vencer a la abeja, pero trató de solucionar el impase de la mejor manera.
-No seas egoísta, hay suficientes flores con polen como para un enjambre, para qué pelear entonces.
La obstinada abeja no escuchó razones y atacó a la avispa.
El agitar de las alas de los insectos atrajo la atención de un petirrojo, el pájaro logró coger a la abeja. La avispa se refugió en el interior de una flor donde permaneció silenciosa. El pájaro, posado cerca de ella, movía la cabeza de un lado a otro aguzando el oído en busca del insecto, al poco rato se marchó.
-Abeja egoísta e insensata, nunca discutiré con un necio, pues, corro el riesgo de terminar como ellos.
MORALEJA
“Reflexionar sobre nuestros errores nos evita volver a cometerlos”.
LA ZARIGÜEYA Y LA CALANDRIA
“El ave canta cuando la rama cruje, porque aún el ave sabe lo que son sus alas”
Una linda calandria recogía pequeñas ramas para hacer su nido, pues, ya estaba por ovar. Al ver que una zarigüeya la observaba, le dijo.
-En vano te me acercas, puedo alzar vuelo en cualquier momento y no podrás atraparme .
La zarigüeya no hizo caso y trató de atrapar al ave, pero ésta alzó vuelo.
-Nunca cometo el mismo error dos veces, dijo la zarigüeya.
La calandria continuó con su labor sin temor alguno, convencida de que no podría ser atrapada. La zarigüeya en tanto permanecía escondida, agazapada, mordisqueando en su amargura unos sarmientos. Estudiaba cada movimiento, cada rama que el ave seleccionaba de entre los arces era analizada por esos ojillos inquisidores. Su mirada alerta no se despegaba en aquel ritual natural que la calandria seguía con religiosidad. Por su mente pasaban y repasaban una y otra vez la selección de la rama, el alzar vuelo y el dejar la rama en el nido.
La calandria sabia que era observada, pero confiaba en su capacidad de poner fin al peligro con el solo batir de las alas.
Después de varios días, la calandria terminó su nido. Depositó sus huevecillos y comenzó a empollarlos. Cuando nacieron los polluelos, sus trinos suaves se escuchaban mañana y tarde.
Una noche el crujido de unas ramas pusieron en alerta a la calandria.
Repentinamente algo cayó sobre ella y antes que pudiera abrir sus alas recibió una mordedura mortal, a los pocos minutos el nido quedó vacío.
-Nunca cometo el mismo error dos veces, dijo la zarigüeya mientras descendía del árbol.
MORALEJA
“No debemos confiarnos demasiado en nuestras posibilidades; es bueno tomar las precauciones necesarias“
LAS RANAS Y LOS RATONES
Entre un estanque y una casa abandonada había un pequeño bosque donde pululaban una gran variedad de insectos.
Cuando ya las estrellas fulguraban en el firmamento, del estanque salían las ranas y croaban mientras se confundían entre las plantas, arbustos y árboles; allí cazaban hormigas, gusanos y libélulas. Del otro lado del estanque, de la casa abandonada, salían los ratones buscando alimentarse. Los pleitos entre ambos bandos eran frecuentes.
-Oye, rabudo, esta araña es mía, yo la vi primero.
-Tú la habías visto primero, ojos de bola pero yo la atrapé, así que márchate antes que te dé tu merecido.
Así comenzaban los forcejeos hasta que uno de los dos desistía, abandonando la presa entristecido. El antagonismo entre ranas y ratones se hizo intolerable, batallas con heridos y contusos era el saldo cotidiano.
-No podemos continuar así. Mañana convocaremos a un diálogo para evitar que siga esta lucha, dijo el líder de los roedores.
Tras un largo debate donde no faltaron los insultos se llegó a un acuerdo de paz.
Consultada la rana mayor sobre las condiciones de pacificación, comentó:
-Me parecen sabias tus palabras, gran ratón. Veo que en ellas hay sinceridad, siento que hablas con la verdad.
Puestos de acuerdo, ya no habría más conflictos
-Nosotras cazaremos mientras haya oscuridad, gritaron las ranas
-Y nosotros mientras haya luz, dijeron los roedores
Había vuelto la armonía, Sol y Luna volvieron a sonreír.
MORALEJA
“Las peleas son el triunfo de la necedad, la paz el fruto de la razón“
EL BORRICO CRITICÓN
Un borrico que jalaba un carruaje se encontró a un conejo comiendo zanahoria.
-¡Ji!, ¡ji!, ¡ji!, rió el borrico. ¡Qué orejón eres muchacho!
El conejo, ofendido, se marchó. Cuando estaba bebiendo agua en abrevadero, se topó con un elefante.
-¡Qué grande es tu nariz!, sonrió sarcástico. Y qué decir de esas enormes orejas, parecen ventiladores.
El elefante quiso darle un trompazo, pero se mostró indiferente y se marchó. Ya entrada la tarde el carruaje se detuvo en una casa donde el borrico pudo descansar. En la casa había un chancho, el borrico empezó con sus chanzas.
-¡Qué gordo y sucio eres! ¡Das asco!
El cerdo no supo dónde meter la cabeza ante la ofensa. Para su mala suerte, un sapo asomó por ahí.
-¡Qué boca más grande! Imagino lo chismoso que debes ser.
Luego un perezoso quien llevó sus críticas.
-Animal feo y ocioso.
La serpiente también recibió lo suyo.
-Rastrera y repugnante.
Ya de regreso, el amo colocó al borrico en el pesebre. Al ver al gallo, el borrico soltó su viperina lengua.
-Oye, emplumado, qué alharaquiento eres con esos cantos discordes, deberías permanecer callado en vez de molestar y perturbar mi sueño.
El gallo, avergonzado, cerró el pico. Un mosquito, que conocía la maledicencia del cuadrúpedo, picó fuertemente la nariz del animal buscando llamar su atención.
-Muchas veces te he escuchado burlarte de los demás ¿Alguna vez te has puesto a pensar en tus defectos?
El borrico quiso hablar, ero el insecto lo apagó de inmediato.
-No digas ada, sólo tratarías de justificarte. Eres tan orejón como el conejo, terco como una piedra, bruto hasta más no poder, más lento que un caballo, tienes una voz estridente...
Antes que el insecto continúe, el borrico dio un fuerte mordisco en el aire y se engulló al mosquito. Luego tomó un poco de agua y se fue a descansar.
MORALEJA
“Sólo quien conoce sus defectos puede corregirlos”.
LOS AVESTRUCES Y EL ORANGUTÁN
Un orangután observaba a un grupo de avestruces que tenían el pico enterrado.
-Aves cobardes, les gritó, seguro que deben estar escondiéndose de alguna fiera.
Creen acaso que no se les ve.
Una de ellas, tímida, alerta disimulada sacó el pico y, levantando la cabeza con orgullo, dijo:
-Esas son tontería que tú y otros repitiendo; lo hacemos para aliviar el cansancio o por desconcierto, nunca por miedo, mono tonto.
El orangután movió la cabeza, incrédulo.
-No pierdan el tiempo con ese necio y vayamos a buscar algunas semillas.
El mono se quedó molesto, pero aún así las siguió un buen trecho. Le llamaba la atención sus largos y sus patas poderosas. Disfrutaba viendo cómo los frutos, insectos y reptiles que tragan les pasaba por el cuello. La voz de uno de los machos más grandes, gutural como el mugido de un toro, puso en alerta al grupo. Una hiena amenazó con atacar. Los machos salieron al encuentro, una feroz patada de uno de ellos hizo huir a la hiena.
El orangután quedó asombrado, subió a un árbol pensando que también a él lo podían subir de una coz.
MORALEJA
“La ignorancia nos lleva a formarnos ideas equivocadas“
EL CERDO Y LOS LADRONES
Después de escapar de la cárcel, cuatro ladrones llegaron hasta una granja, aprovechando la ausencia de los dueños, tomaron huevos de las gallinas y se hicieron una tortilla.
-Tomaré esta colodra y ordeñaré a la vaca, dijo uno de los rufianes.
Bebieron una cremosa leche y cargaron con todo lo comestible, “el viaje será largo y si no nos damos prisa no tardarán en capturarnos” dijo el más avezado de todos. Ya en camino, se dieron cuenta que el más joven de ellos había cargado con un rollizo cerdo.
-¿De dónde sacaste a ése?, preguntó uno de los bandidos.
-Me estaba siguiendo y como tiene una cara muy graciosa me lo traje.
Todos se fueron turnando para cargar al cerdo. Kilómetro más adelante, el más viejo de los cuatro se quejó por el excesivo peso que debía llevar por culpa del animal.
-Ya me cansé de este cerdo ocioso, mejor lo abandonamos para que su dueño lo encuentre.
-No seas tonto, dijo uno de los delincuentes, mejor lo vendemos, algo nos darán por él, mira nomás lo gordo que está.
El ladrón más joven, que conocía bien aquellos campos, Dijo con sobriedad:
-No discutan, más adelante podremos cambiarlo por ropa y comida, yo conozco gente que gustosamente se quedarán con este cerdito.
Y así mientras hablaban, se iban pasando el cerdo de brazo en brazo. El que parecía ser más inteligente, dijo al fin:
-Todos ustedes están locos, donde nos vean con este asqueroso se darán cuenta que lo hemos robado y nos echarán el guante encima, y yo no estoy dispuesto a regresar a la chirona por este apestoso.
El cerdo, que había permanecido callado, estalló de cólera.
-¡Qué se han creído ustedes, ladrones sinvergüenzas! Venirme a llamar asqueroso, sepan que mi carne es la más sabrosa de todas, mi grasa es más jugosa, mi pellejo...
Y hasta ahí nomás habló el pobre cerdo, eso de “la carne más sabrosa” hizo que los ladrones pararan las orejas y recordaran que hacía mucho tiempo no disfrutaban de un trozo de carne.
-Creo que este gordito tiene razón, dijo el ladrón más joven y sacando un cuchillo de su alforja, lo degolló de un solo tajo.
MORALEJA
“La indiscreción puede costarnos muy caro“
LA LEONA Y LA HORMIGA
Después de dormir durante toda la mañana, una joven leona pensó que había llegado la hora de comer. El felino recorrió gran parte del bosque hasta que divisó un antílope, o le costó mucho trabajo cazarlo, la experiencia se impuso.
Pero la alegría no le duró mucho pues, unas hienas la rodearon y le robaron la pitanza.
-¡Ladronas!., rugió la leona fuera de sí. Si no fueran tantas las despedazaría.
Las hienas, cada una con un trozo de antílope, se perdieron entre la maleza. Una hormiga, al ver la cólera que tenía la leona, le dijo:
-No seas tonta, gatita. Todos los días cazarás y esas sinvergüenzas estarán atentas para robarte. No seas egoísta, comparte con otros lo que cazas.
La leona escuchaba con atención, pero no terminaba de comprender lo que decía el pequeño insecto.
-Ven, te voy a demostrar lo que quiero decirte.
La fiera siguió a la hormiga hasta un hormiguero. Luego vio salir una mancha de hormigas; al poco rato, las hormigas habían capturado un enorme escarabajo. Vio también como una araña negra trataba de arrebatarles la presa, las hormigas la atacaron con tal fuerza que al arácnido no le quedó más que huir.
Ya a solas con la leona, la hormiga le dijo:
-Ves lo que te decía. Si no hubiéramos atacado en grupo la araña nos habría arrebatado nuestra comida.
Las hienas ya no pudieron apoderarse de lo que la leona cazaba, a cierta distancia veían al grupo comer con tranquilidad.
MORALEJA
“Debemos tener la humildad para aprender de la experiencia de otros“
LOS PERROS DE CAZA
Tres perros de caza acostumbraban salir al amanecer en compañía de su amo a cazar patos. Uno de ellos, con muchos años sobre el pellejo, se quejó amargamente:
-Todos los días lo mismo, levantarse a oscuras, maldormidos y malcomidos a recoger esos infelices patos de los cuales no recibimos ni las piernas. Lo que es yo, uno de estos día tomaré una de esas aves y me marcharé lo más lejos que pueda.
Los canes abandonaron la casa junto al cazador y penetro en el bosque en busca de los palmípedos. Disparos certeros tumbaron muchos patos, en poco tiempo los perros habían acumulado un gran número de ellos. Los perros se miraron con complicidad y un recuerdo furtivo les cruzó el pensamiento: “lo que es yo, uno de estos días tomaré una de esas aves y me marcharé lo más lejos que pueda”
En un acto conjunto, los perros tomaron entre sus fauces cuantas aves pudieron y huyeron presurosos entre los pastizales hasta que ya o oyeron las detonaciones. Después de devorar la tierna y cálida carne de los aptos, los animales descansaron al pie de un arroyuelo. Los perros despertaron al otro día con el sol de mediodía que parecía calcinar la floresta.
-Qué placentero es poder dormir hasta la hora que se nos antoje y sin que ese viejo matapatos esté molestándonos desde que ese gallo estúpido movía la cresta, dijo uno de los perros.
A medida que las horas se iban el hambre se hacía más notorio. Salieron en busca de algo con qué llenar la panza, pero sólo veían patos que volaban cubriendo el cielo vespertino en grandes bandadas. Agotados, cayeron en la hierba desalentados. Allí comenzaron las recriminaciones contra el perro que había sugerido la idea de fuga.
-Tú y tu grandiosa idea de tomar los patos y huir, eres un tonto, se lamentó uno.
-Ahora pasaremos hambre, antes por lo menos teníamos ese mísero plato que nos daba el viejo, recriminó otro.
Marchando hacia un futuro incierto, los perros se perdieron en la noche, cualquier alternativa era mejor que la reprimenda que el amo les daría si regresaban.
MORALEJA
“Es mejor conservar lo que se tiene, que buscar lo inseguro en otro lado”.
EL SAPO Y EL LINCE
Cantaba un sapo junto a un estanque buscando sanarse el amor de una linda rana, su melodioso croar atrajo la atención de un lince. De inmediato el felino pensó que su cena estaba servida.
-¡Qué bonito canta usted, señor sapo! ¿Podría enseñarme a cantar? Dijo el lince esperando que el sapo se avecinara.
Cauteloso y temeroso, el sapo nadó lago adentro.
-No tema usted, por favor, sólo trato de ser amigable con alguien, que sin lugar a equivocarme tiene la voz más hermosa que yo haya escuchado jamás.
Estas palabras, como por arte de magia, dieron en la vanidad del sapo, quien se mostró más asequible y amigable.
-Disculpe usted si he sido descortés, pero con tantos peligros que acechaban por aquí y por allá, la prudencia nos manda estar atentos y precavidos, dijo el sapo.
El lince, al ver que el pequeño batracio se acercaba hacia él poco a poco, se sintió complacido. Mientras afilaba sus uñas contra la tierra y se preparaba para dar el gran salto, el lince se fue mostrando más amable, buscando ganarse la confianza definitiva en aquella criatura que pronto estaría descansando en su panza. Para suerte del sapo, un cazador hacía ya rato que había puesto el ojo en aquel hermoso gato cuya cabeza pensaba sería un grandioso trofeo. Cuando el lince daba el salto que pondría fin a su cacería, se escucho un sordo fogonazo que le atravesó la cabeza y lo mandó al fondo del estanque.
MORALEJA
“A veces quedamos desprevenidos ante el peligro que nos acecha por centrar nuestra atención en otras cosas“.
LA CIGARRA Y LA HORMIGA
Unas laboriosas hormiguitas llevaban sobre sus cuerpos unos pedazos de hojas de álamo, semillas y otras cosas que les sirvieran de alimento. Una cigarra que se hallaba descansando allí cerca, dijo en voz alta.
-Así, amigas, así, carguen, carguen. El ejercicio es bueno y mantiene la salud en óptimas condiciones ¡Ji!, ¡ji!, ¡ji!
Un escarabajo, al ver a la cigarra echada, la rezongó:
-¡Qué mala vida la que llevas pequeña holgazana! Te levantas tarde, andas vagando por aquí y por allá durante todo el día, eres una ociosa irremediable.
-La ociosidad es madre de todos los vicios, y esta jovenzuela parece que los tuviera todos encima, intervino un gorgojo.
Durante los meses siguientes, las hormigas continuaron llevando al hormiguero gran cantidad de alimento. De rato en rato algunas de ellas se detenían y miraban al cielo como si esperaran que viniera algo.
No sólo las hormigas, sino muchos animales de otras especies habían estado acumulando sustentos en sus guaridas. La lluvia torrencial que arreció durante cinco días arruinó las cosechas, todos los precavidos tuvieron qué comer, no así aquella cigarra desidiosa que en vano tocó innumerables puertas, pues, nadie acudió en su auxilio muriendo al poco tiempo que escampó.
MORALEJA
“Ser precavido nos evita necesidades posteriores”.
EL PELÍCANO Y LA FOCA
Al ver el banquete que se estaba dando una foca con un buen cardumen, un pelícano se acercó a ella y le dijo:
-¿Por qué no metemos en esta bolsa que tengo debajo del pico muchos peces?, yo los llevaré hasta la playa y allí repartiremos en partes iguales. Ahora llenarás la panza, pero después los peces se irán y no tendrás que comer más tarde.
Algo incrédula, la foca empezó a llenar la bolsa del pelícano, quien al verla llena y aprovechando que la foca se había sumergido, desapareció en un instante. El ave sinvergüenza fue haciéndose conocida, pero aun así encontraba alguna ingenua foca a quien timar. Una mañana se acercó a una vieja foca y le hizo su habitual propuesta, ésta aceptó con gran placer, llenando la bolsa del pelícano hasta el tope.
-Buen provecho, amiguito, dijo la foca y se sumergió.
Desconcertado, el pelícano sintió que algo se acercaba. Un tiburón pareció a poca distancia y el ave trató de alzar vuelo, el sobrepeso de la bolsa se lo impidió y terminó en las fauces del escualo. La foca asomó la cabeza entre las aguas y agradeció al tiburón.
-Ya sabe, para otro trabajito llámame, nomás. Dijo el tiburón marchándose complacido.
MORALEJA
“Los estafadores tienden a caer en sus propias redes”
EL JARDINERO Y LA MALEZA
Habiendo invadido la maleza los jardines de una hermosa mansión, el dueño dijo al mayordomo.
-Traiga un jardinero, el mejor que encuentre, pues, sabe usted bien que me gusta disfrutar de lo selecto.
El mayordomo del ricachón contrató a un joven jardinero, “la mejor tijera de la ciudad” según dijo éste. El muchacho, llevado por entusiasmo de una buena paga, cortó aquí y allá, haciendo gala de su destreza, lo cual enfadó a la maleza.
Encima que me cortas todavía te vanaglorias, insensato, es que acaso no puedes llevar a término su trabajo en silencio.
Como toda respuesta, la maleza recibió un tijeretazo. Como si este corte hubiera sido un anuncio esperado la hierba mala desbordó por todos los rincones y escondrijos.
El jardinero cortaba por un lado y ya por otro la maleza aparecía con más fuerza, como en el clarear de la noche se van multiplicando las estrellas.
-Esta casa debe estar embrujada, dijo el muchacho mientras huía despavorido.
Una rosa solitaria que crecía entre la hierba mala, dijo con sorna:
-He ahí las consecuencias de abrazarse a alguien más fuerte que uno.
MORALEJA
“Cuidemos que la soberbia no despierte la furia de aquellos a quienes enfrentamos”
UNA SOLA OREJITA
Viendo que cazar una cebra apoyadas sólo en sus fuerzas era un trabajo imposible, dos zorras decidieron visitar a sus vecinas las hienas. Luego de escucharlas atentamente, la que dirigía al grupo, dijo:
-Me parece muy sabia vuestra decisión, amiguitas. Pueden contar con nuestra ayuda. Ustedes, que son muy astutas, traerán con engaños a la cebra hasta aquí, nosotras los esconderemos y al primer descuido le caeremos encima. Luego como buenas amigas, juntas nos daremos un delicioso festín.
Todas celebraron el plan. Las zorras convencieron a la cebra con engaños para que las acompañara. Antes de llegar al sitio de la emboscada, una de las zorras pisó un cactus y no pudo continuar la marcha.
-Espérame aquí, luego regresaré por ti, te ayudaré a sacarte la espina, le dijo la otra zorra quien siguió su camino junto a la cebra.
Una vez capturada la cebra, la zorra se disculpó diciendo que debía regresar para socorrer a su amiga.
-No te preocupes, noble amiga, has obrado con tanta honradez que no puedo ocultar mi admiración. Nosotras aguardaremos a que regreses para comer todas juntas.
Con esas palabras, resonándole en el corazón, la zorra fue en busca de su compañera. Cuando ya la zorra estaba a cierta distancia, la hiena que dirigía al grupo dijo:
-Bueno, a comer. Yo tengo tanta hambre que no dejaré ni la colita.
-Pero cómo, dijo otra hiena, no le has dicho a la zorra que la aguardaríamos.
-Palabras, querida, son sólo palabras. Dónde has visto honestidad entre ladronas.
Van a confiar ustedes en esa zorra ladrona y sinvergüenza. Cuándo has visto una cebra con una sola orejita. La muy astuta se llevó una oreja mientras hablábamos.
La hiena no necesitó decir más. Todas se lanzaron con mayor entusiasmo sobre la cebra.
MORALEJA
“Hay que tener cautela al unirse a los más fuertes”.
EL MAR Y EL SOL
A trabajar me limito mis tierras como un deber.
¿Y qué más puedo yo hacer?
Las siembro, y Dios sea bendito.
FRIEDRICH RUCKERT
Habiéndose peleado el sol y el Mar, el primero se negó a dejar caer sus rayos sobre sus aguas.
-No necesito de ti para subsistir, así que bien haces en negarme tu calor, pues, te aseguro que tampoco los aceptaría.
Como era de esperarse, el Sol dejó caer toda su energía sobre la Tierra, la cual se recalentó. La ausencia de lluvias echó a perder los sembríos, y la hambruna se hizo evidente y desesperante. Un labriego se dirigió a la playa y llamando al Mar y al Sol, les dijo.
-Desde el momento en que Dios creó el universo dispuso de cada uno de nosotros para que desempeñara un rol en su creación. Una tonta disputa entre ustedes ha creado un desequilibrio tal, que ahora las nubes están ausentes y con ello las lluvias tan necesarias para nuestras siembras. Sólo mi campo poseo, y lo cultivo con esmero, peor de qué sirve tanto esfuerzo si del agua de las lluvias no dispongo.
Al otro día, las nubes cubrieron el cielo y a las pocas horas la lluvia descendió a torrentes sobre el campo del labriego, quien se limitó a dirigir su mirada al cielo para decir: Bendito sea Dios.
MORALEJA
“Las buenas razones pueden convencer al más testarudo“.
EL MAQUISAPA Y EL ORANGUTÁN
Buscando algunos frutos con que satisfacer su apetito, un inquieto maquisapa se trepó a un nogal. Ya iba a abrir una de las nueces cuando un orangután lo tomó de u brazo y le dijo:
-No, no flaquito, eso no. Dame esa nuez que es mía. Te has subido al árbol equivocado, amigo, así que mejor te vas bajando.
Por más que el maquisapa argumentó que había suficientes frutos para los dos, el orangután se mostró reacio y, haciendo gala de su fortaleza, lo descolgó de un manotazo.
No pasaron muchos días para que ambos simios se volvieran a encontrar. El orangután había quedado preso en una trampa de la cual no podía librarse.
-Llamas al animal equivocado, mono glotón, así que mejor anda pensando la mejor manera de salir de este grave problema.
Días después, el maquisapa podía disfrutar del nogal con toda libertad.
MORALEJA
“No abusemos de los más débiles, pues, en algunas situaciones pueden sernos útiles”.
EL LEÓN Y EL ÁGUILA
Un león andaba cazando cuando oyó un disparo que lo puso en alerta. Al poco rato, vio que un águila caía a tierra. Cuando llegó hasta el ave herida, notó que ésta tenía una de sus alas cubiertas de sangre.
-Veo en tus ojos una gran alegría, amigo mío, dijo el ave alzando majestuosa su cabeza.
-Tienes razón, contestó el león, debe ser por los días que llevo sin probar bocado alguno. En estos tiempos escasea la caza, no es fácil encontrar alimento, he tenido suerte de topar contigo.
El águila se posó en el suelo estirando sus alas; el león, creyendo que quería huir se apresuró a tomarla.
-No temas, dijo el ave, no huiré; es más, de nada servirá, pues, para volar necesito de mis dos alas y ese disparo a anulado una de ellas.
El león detuvo su ataque, porque algo en su interior, que él no podía explicar, le decía que esa no era la forma de vencer a un ser tan majestuoso como aquél.
-Hay algo en ti que me dice que eres u animal de honro, un ser de realeza, ¿sabes que a mí me dicen el rey de la selva?
El águila bastante malherida aún, contestó con sobriedad:
-Sí, lo sé pues dentro de mi especie soy lo que tú representas en la tierra. Algo así como la reina del aire.
El león antes de irse arrastró al águila hasta un lugar seguro de cualquier depredador.
Unos meses después, cuando ya el fuerte calor hacía que las aguas y piedras del bosque calentaran sobremanera, el águila volaba de regreso a su nido cuando vio que un grupo de hienas perseguían a un león que caminaba con dificultad. Su ojo avizor la hizo reconocer a aquella fiera herida, al león que tiempo atrás la había lirado de una muerte segura.
De inmediato el ave descendió y vio que el rey de la selva ingresaba a refugiarse en una cueva.
-¿Que sucedió amigo? Dijo el águila.
La fiera reconoció al águila, y con apagada voz, le dijo:
-Si algo me debes alada amiga, te pido que me ayudes a tener una muerte digna y a librarme de aquellos animales carroñeros que están allá afuera a la espera de mi muerte. Quiero que mis huesos descansen en paz y que no sean devorados por las alimañas.
El águila, sin decir palabra alguna, se retiró y emprendió vuelo, cuando las hienas, llevadas por su instinto, comenzaron a trepar la montaña para llegar a la cueva, una enorme sombra oscura y alada surcó los aires dejando caer una roca sobre las cuantiosas que existían en la cima. De inmediato un alud de piedras comenzó a caer, arrastrando consigo a las hienas y cubriendo por completo la entrada del refugio donde el león, ya agonizante, daba su último suspiro, sonriente de saber que el águila había sabido corresponderle con la grandeza que él merecía.
MORALEJA
“Es justo corresponder los favores recibidos “
EL CISNE Y LOS CERDOS
Estaban unos cerdos observando cómo uno de sus hermanos era llevado al sacrificio, cuando distinguieron a un cisne que nadaba plácidamente en un lago.
-Mira, dijo uno de ellos, mientras nuestro hermano afronta en ese instante a su verdugo, aquella ociosa ave se contorsiona haciendo gala de su blanco y elegante plumaje. Qué injusta que es la vida.
-Así es, dijo otro. Ellos engordan sus vientres a costa de nuestra preciada carne, disfrutan de nuestra grasa y sin embargo, nos matan sin compasión alguna.
Un cerdo más viejo agregó:
-No se quejen como viejas marranas. El cisne sólo hace lo que la vida le ha encomendado. Alegrar la vida de los hombres con sus movimientos y con su belleza, nosotros, para nuestra desdicha, hemos recibido el don de poseer la carne más deliciosa que existe, y eso, para nuestra desgracia, es lo que el hombre más aprecia de los cerdos.
Dicho esto, el viejo cerdo no esperó que lo llevaran al matadero, sino que por su propia voluntad se dirigió a afrontar el destino para el cual había sido creado.
MORALEJA
“En vano tratamos de cambiar nuestro destino”.
EL CÓNDOR, LA SERPIENTE Y LA ZORRA
Arrastrándose por entre las rocas de una gran montaña estaba una serpiente, cuando la sombra de un cóndor que surcaba los aires pasó sobre ella.
-¡Qué majestuosa se ve aquella criatura!, se dijo el reptil lamentándose por carecer de alas que le permitieran realizar aquellos zigzagueantes vuelos.
Una vieja zorra que descansaba plácidamente sobre una peña, escuchó las quejas de la larguirucha serpiente.
-No sea tonta, mejor se está aquí, protegida por la vegetación y las piedras, a salvo de cualquier peligro, concluyó la zorra.
La serpiente, aún cuando escuchó atentamente, lo que el otro animal le decía, continuó pensando que mejor sería tener alas para deleitar sus ojos mirando la naturaleza desde arriba.
Una mañana, cuando el sol aún bostezaba en el horizonte, se escucharon unos disparos que sacaron a la serpiente de su plácido ido sueño. Fue entonces que el reptil vio caer desde lo alto a aquella gigantesca ave negra de pescuezo pelado; un cazador la había alcanzado mortal-mente cortando su pacífico vuelo.
Pasaron muchos días para que la serpiente olvidara aquella visión trágica de la muerte del cóndor y pensó que más segura se sentía arrastrándose entre la tierra y los árboles, pues, estos le ofrecían más posibilidades de escon-derse de sus enemigos.
MORALEJA
“Confórmate con los dones que la naturaleza te ha dado y podrás crecer a partir de ahí”.
LA FUGA DE LOS COATÍES
Los perros de una granja avistaron a unos coatíes que habían asaltado un gallinero.
-Corramos a esos animales nos arrancarán la piel, dijo uno de los carniceros.
El trepar a los árboles no les sirvió de mucho; una gran mayoría fueron cazados con gran ferocidad. Los que lograron alcanzar la ribera de un río pensaron que ya estaban salvados. Los ladridos de los perros los pusieron en alerta. Alarmado, uno de los plantígrados dijo:
-No hay otra forma de escapar que no sea a través de este río.
-Pero moriremos ahogados en el intento, dijo una hembra en avanzado estado de gestación.
-No, nada de eso sucederá, algunos de nosotros nos sacrificaremos.
Los coatíes más viejos y algunos jóvenes se ofrecieron para formar un puente. Los cuerpos alargados unidos en una cadena de nobleza se posaron en las aguas de aquel río turbulento. Las madres con sus pequeños hijos y otros más jóvenes lograron alcanzar la otra orilla, dejando tras de sí un cúmulo de cadáveres que el río arrastraba y devoraba en su furia incontenible.
Los perros, temerosos del río turbulento, se limitaron a ladrar a los fugitivos que, a salvo en la otra orilla, miraban acongojados a los últimos coatíes que vanamente luchaban con las aguas para no morir ahogados.
MORALEJA
“Hay sacrificios que son necesarios hacer para salvaguardar una causa justa”.
LA COLIFLOR Y LA ORQUÍDEA
Los frecuentes halagos que recibía una orquídea llenaba de envidia el corazón de una coliflor que habitaba en un jardín junto a ella.
-Mira si no es bella, decían las parejas de enamorados que llegaban hasta el jardín para ver a la orquídea. Parece una pequeña bailarina con falda diminuta.
-¡Bah! Estallaba en cólera la coliflor. Es una simple flor como cualquiera. Una rosa es más bella.
Y por las noches, enamorados furtivos en sus paseos nocturnos suspiraban junto a la orquídea, que parecía una pequeña mariposa cuando sus inflorescencias se agitaban al soplo de la brisa. Una lluvia de amargura parecía bañar a la coliflor.
-¡Bah!, más vistosa se ve una luciérnaga.
Una ortiga intervino para evitar lo que podía convertirse en una discusión.
-No entiendo el porqué de tu arisca actitud. Tú como ella y como yo brotamos de la misma entraña, del mismo fondo de la tierra y cada uno cumple una función.
La coliflor quiso intervenir, pero la ortiga no la dejó hablar.
-Un momento, inoportuna, que aún no concluyo. Por qué tanto celo si tú también eres importante, pues, sirves de alimento al hombre mientras ella engalana sus vestidos o sus casas con su belleza. Ninguna discusión hará que tú dejes de ser coliflor y ella una flor.
La calma volvió al jardín y las mariposas y los grillos continuaron en su vuelo y en su canto.
MORALEJA
“La voz de la sabiduría es el oportuno remanso de los conflictos”.
EL ÁGUILA Y LA SERPIENTE
Buscando algo con qué alimentarse, una serpiente notó que un águila abandonaba su nido.
-Donde hay un ave anidando descansan unos lindos polluelos, dijo la rastrera.
A los pocos minutos, el piar de loa aguiluchos arrimaban el ascenso del reptil haciendo el nido.
-¡Hola!, pequeñuelos, dijo la serpiente.
Los pequeñuelos la miraron aterrorizados y trémulos .
-¿Tiemblan? ¿Tienen frío? Yo les daré calor cuando los tenga conmigo.
Cuando lanzaba un ataque certero, dos garras la sujetaron fuertemente. Era el águila que había regresado.
-Perdone usted, dijo la serpiente, parece que me he perdido, iba yo buscando un lugar dónde descansar de este fuerte sol que aprieta, pero no se preocupe, ya regreso por donde vine.
-No hay problema, yo te ahorraré el descenso, dijo el águila.
Con el reptil sujeto entre las garras, el águila remontó el vuelo y la dejo caer desde el cielo.
MORALEJA
“Las excusas pierden peso ante las evidencias irrefutables”.
LAS HIENAS
La hambruna que afligía a los animales de la selva apretaba sin piedad las tripas de dos hienas. Las costillas que asomaban bajo un pelaje descuidado anunciaban una muerte cercana.
-Mira ese león como devora aquella cebra, mientras nosotras aquí desfallecemos. No pienso morir así, enfrentaré al león, pero para eso necesitaré de tu ayuda, dijo la hiena más flaca.
La lucha fue violenta, pero rápida. La hiena flaca quedó mortalmente herida.
-¿Tú también quieres terminar así?, interrogó el león a la otra hiena.
-No, dijo esta, me conformo con que me dejes comer a mi compañera.
El león asintió y ambos comieron en paz.
MORALEJA
“La necesidad imperiosa nos hace olvidar cualquier tipo de delicadeza”.
EL COCODRILO Y EL PUMA
Un puma, para cazar unos ciervos, debía cruzar un río donde habitaba un cocodrilo.
-Yo perseguiré a los monos para que suban a aquel árbol que está junto a este río, luego los acosaré hasta las ramas más débiles, las cuales al quebrarse los hará caer. Lo único que tendrás que hacer es abrir la boca.
-Brillante idea, gatito, brillante idea, dijo el cocodrilo. Después de mi primer bocado te permitiré pasar.
Al poco rato, los monos en estampida corrían hacia los árboles buscando huir de las garras de aquel gato endiablado. Un gran número de ellos encontraron refugio en el árbol donde ya el cocodrilo esperaba inquieto.
El puma se encaramó al árbol cerrando la trampa. Un mono pequeño temblaba en el extremo de una rama. Esta no tardó en quebrarse y las fauces del reptil se cerraron. El puma comenzó a peder la sonrisa al ver que la rama en que estaba se quebraba. Unos metros más allá.
-No hay que desperdiciar nada en estos tiempos.
Minutos después, una larga cola de puma asomaba de al boca del cocodrilo mientras se soleaba.
MORALEJA
“No es bueno confiarse de aquellos que buscan condicionar su amistad”.
EL BURRO SABIO
Ya el verano se había adueñado de la estación cuando apareció el burro luciendo unos gruesos vidrios sobre sus ojos.
-¿Y qué es eso?, interrogó el cuervo.
-Son anteojos, y sólo lo usan los seres inteligentes y sabios.
-¿Y de dónde los sacaste? Preguntó el cuervo.
-Los encontré por ahí, mientras llevaba la carga de mi amo.
-¡Qué interesante! Como quisiera tener tu sabiduría y tu inteligencia.
El burro se marchó dejando al cuervo quien no salía de su asombro.
Un búho que estaba cerca de ahí, fue interrogado por su hijo.
-Papá ¿por qué no me compras unos vidrios gruesos como esos? Y ya no necesitaré ir a la escuela.
El búho le sonrió tiernamente y dijo:
-No, hijo querido, no es cierto lo que dice el burro, los anteojos los usan mayormente quienes leen mucho. Se hacen sabios por lo que leen y no por el solo hecho de ponérselos en la cara.
El buhito comprendió entonces que el estado de ignorancia en que se encontraba el cuervo era mayor que la del pobre burro.
MORALEJA
“Quien se deja convencer por un ignorante, resulta ser más ignorante que quien lo convenció”.
EL OSEZNO Y LOS SALMONES
Corría infructuosamente, tras los salmones estancados en el recodo de un río, un osezno pardo.
Sus padres reían al ver al bisoño cazador hundir las garras en el agua, y que todo lo que atrapaba no pasaba de ser un inútil guijarro.
-Si dejaras de correr tras uno y tras otro en vez de centrar tu atención en uno solo hasta atraparlo, te aseguro que tu suerte cambiará, hijo mío.
A partir de aquel día, el osezno lograba atrapar hasta cinco salmones en una mañana y todo gracias a los consejos del padre.
MORALEJA
“La experiencia de otros nos debe servir de guía en nuestro derrotero”.
EL ASNO Y EL CANTERO
Cargando iba un asno a un cantero y dos enormes cántaros con agua, cuando escuchó la queja del hombre:
-Este trabajo ya resulta demasiado para mis fuerzas. Dentro de poco me retiraré, pues, la paga es poca para tanto esfuerzo.
El asno esbozó una mueca de amargura y se dijo a sí mismo:
-¡Qué injusticia! Soy yo quien lleva el peso de él y de los cántaros y no me quejo. Mientras él que va bien cómodo, todavía tiene ánimos para lamentarse.
MORALEJA
“Hay quienes se lamentan de sus infortunios cuando hay otros que sufren desventura mayor”.
EL COMERCIANTE DE CERDOS
Habiendo cebado uno de sus mejores cerdos, un comerciante pensó que ya estaba listo para ser llevado a la venta que se realizaría en un pueblo cercano a donde él vivía con su mujer.
-Te aseguro, le dijo el comerciante a su mujer, que me darán el precio que yo quiera. Este cochino lo merece. Pero sabes qué, querida, creo que antes debo darle un buen baño para que huela mejor.
La mujer se ofreció a bañar al cerdo, a quien por horas refregó en una tina; pero lo único que consiguió fue enfermarlo. El pobre animal perdió el apetito y adelgazó tanto que ya no estaba para venta alguna.
A los dueños no les quedó más remedio que sacrificarlo, aprovechando que aún contaba con algo de carnes en los huesos como ara comerlo.
MORALEJA
“De nada vale querer cambiar el destino”.
LA LIEBRE Y EL LOBO
Persiguiendo a una liebre iba un lobo por la ribera de un río, cuando el veloz roedor hizo un giro de improviso y trepó por los riscos.
-De seguro que aquel lobo hasta aquí no llegará, dijo la liebre.
Mas el lobo con suma presteza trepó sobre las rocas con gran agilidad; la liebre aceleró su fuga hasta donde le permitieron sus patas. Repentinamente un risco se desprendió rodando cuesta abajo llevándose de encuentro al lobo quien cayó al río torrentoso.
Viéndolo ahogarse, otras liebres que acudieron al lugar no podían creer que una de ellas hubiera acabado con aquel fiero animal.
-Fue sencillo, dijo la liebre. Un solo golpe fue necesario para ponerlo fuera de combate.
MORALEJA
“El azar puede ponerse de nuestro lado y convertir los errores de otros en glorias nuestras”.
LA LEONA Y LAS HIENAS
Después de haber cazado una cebra, una leona se dispuso a comérsela, cuando de pronto, de entre unos arbustos, aparecieron unas hienas.
-Lo que me temía, dijo la leona, tenían que aparecerse estas ladronas.
Ya varias veces, las hienas se habían apoderado de las presas de la leona, pues, se limitaban a seguirla para hurtarle su caza.
-Bien; amiga leona, es mejor que te vayas retirando, o de lo contrario tendremos que matarte, dijo la hiena que dirigía el clan.
-Te equivocas, ladrona, dijo la leona. Ya no me iré como lo he hecho antes, pero sí te aseguro una cosa, que si he de morir tu morirás conmigo, pues, antes de que tus compañeras me despedacen, hundiré mis fauces en tu cuello.
Las hienas se miraron entre sí; la hiena que dirigía al grupo dijo que no valía la pena pelear por tan poca cosa y que mejor era marcharse.
MORALEJA
“Cuando vemos que es menester nuestro sacrificio para darle bienestar a otro, muchas veces optamos por una posición egoísta”.
EL CAZADOR, EL CABALLO Y EL TIGRE
Un caballo era constantemente perseguido por un tigre, quien había jurado devorárselo.
-Debo hacer algo antes que esa fiera acabe conmigo.
Un día, mientras pastaba cerca de unos brezos, vio a un cazador que había dado cuenta de un ciervo. De inmediato pensó que aquel hombre con su rifle podría solucionar su problema. Expuesto el caso, el cazador se compró una silla de montar y, luego de colocársela al caballo, marchó en busca del felino al cual, de un certero disparo, puso fuera de combate. El hombre se sintió contento de adornar su sala de trofeos con la cabeza del tigre.
-Te agradezco buen hombre por la ayuda que me has brindado, ahora podré retozar por el campo sin que animal alguno me moleste. Quítame la cincha y podré volver a mi querencia.
-¡Qué estás diciendo!, dijo el cazador. De esa forma pagas el favor que te he brindado aun a riesgo de mi vida.
De esa forma pagas el favor que te he brindado aun a riesgo de mi vida.
-Yo no creí que tenía que retribuirte algo, dijo el caballo.
-Yo no creí que tenía que retribuirte algo, dijo el caballo.
-Ya es tarde para eso, y ahora quedarás a mi servicio hasta que estés tan viejo y tenga que sacrificarte.
MORALEJA
“Cuidémonos de los favores que os hacen los extraños, pues, podemos cambiar soga por cadena “
Wolfeschanze, 13 de Diciembre del 2000.
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