miércoles, 1 de agosto de 2012

FABULANDO REFRANES



 
1.   EL TIGRE Y LOS TOROS
2.   LOS LEONES Y LOS TIGRES
3.   EL CAMPESINO, EL PERRO Y EL MULO
4.   LOS OSOS
5.   LA CABRA Y EL CERDO
6.   EL PUMA Y EL OTORONGO
7.   LOS PUMAS
8.   EL MISIONERO Y EL CAZADOR
9.   EL BURRO, EL ASNO Y EL BÚHO
   10. EL LEÓN, EL LOBO Y LA ZORRA
   11. EL GRILLO Y LAS TERMITAS
   12. LOS RATONES, LAS TORTUGAS Y LAS CIGÜEÑAS
   13. EL LOBO Y SUS HIJOS
   14. EL ASNO Y LAS OVEJAS
   15. LAS COMADREJAS Y LOS COCODRILOS





EL TIGRE Y LOS TOROS
Levantóse una mañana el tigre de muy buen humor. Llegó hasta un arroyuelo, y luego de lavarse la cara, se dijo a sí mismo:

- Bueno, ha llegado la hora de desayunar, así que rayadito, démonos una vuelta a ver qué encontramos.

Luego de andar un buen rato, el tigre escuchó un berrido que venía desde una loma cercana, arrastrándose con mucho sigilo, el felino llegó a la parte más alta de aquel montículo y pudo divisar a un rechoncho becerro que luchaba por librarse de una trampa para zorros. El tigre se frotó las patas, se pasó la lengua por los bigotes y comenzó a descender la loma en busca de su presa.

Una vaca, al ver la actitud amenazante del felino, puso en alerta al resto de la manada.

- Pero qué podemos hacer, dijo un enorme toro negro. Un tigre, de un zarpazo, puede acabar con cualquiera de nosotros.

- Tienes razón, todo sería inútil, dijo otro.

La vaca, contrariada, les dijo:

- Son todos ustedes unos tontos. Si lo enfrentan uno por uno de seguro que ninguno sobreviviría, pero si van todos juntos y lo embisten, les aseguro que a ese bicho no le quedarán ganas de asomar su cabezota por aquí. La unión hace la fuerza, no lo olviden.

Los toros se miraron sonrientes, y moviendo la cabeza de arriba hacia abajo, mostraron su conformidad. Tal como lo había manifestado la vaca, el tigre salió como una bala, no sin antes llevarse unas cuantas cornadas en el cuerpo.

- Ven? que les decía yo, comentaba la vaca a otras vacas que la escuchaban, los toros no sólo tienen lo cabeza para sostener cuernos, sino también para defenderse.

MORALEJA
Es más sensato unirse a otros para enfrentar causas difíciles. Lo que uno por sí solo no puede lograr, suele alcanzarse entre varios.

REFRÁN
«La unión hace la fuerza».
(Aconseja unirse para obtener mejores logros).




LOS LEONES Y LOS TIGRES
Invitado el león a casa de su amigo el tigre, se presentó aquél en compañía de la leona. Comieron deliciosas carnes que el señor tigre había cazado desde días antes, pues, quería que el «Rey de la Selva» se llevara una buena impresión con su visita.

-¡Uhm!, dijo el león mientras se pasaba la lengua por la boca en señal de complacencia. La felicito señora tigresa, debo reconocer su buena sazón y además felicitarla por ser una excelente cazadora.

La tigresa sintióse muy halagada de que animal tan majestuoso loara su buen gusto.

- Un momento, dijo el tigre levantando una pata. Creo que aquí hay un pequeño error que quisiera aclarar. La carne la he cazado yo y no...

La frase quedó inconclusa, pues, ya la tigresa le había propinado un golpe en las costillas al inoportuno felino.

Encendida la chispa, ambos pintados trabáronse en una acalorada discusión.

Llegado el momento, el león creyó su deber intervenir y se apresuró a meter la cuchara en plato ajeno, pero una rápida intervención del tigre lo dejó lamiendo el aire.

- Me disculpa amigo león. Usted será el Rey de la Selva, pero cada uno en su casa y Dios en la de todos, así que hágame el favor de...

El león, indignado, no esperó que el tigre concluyera y tomando de la pata a la leona se marchó iracundo, no sin antes tirar la puerta con fuerza, dando fe de su disgusto.

MORALEJA
A veces un comentario inocente, sin intención, puede acarrear funestas consecuencias.

REFRÁN
«Cada uno en su casa y Dios en la de todos».
(Siempre debemos tener en cuenta que no es conveniente intervenir en asuntos ajenos).




EL CAMPESINO, EL PERRO Y EL MULO
Iba un campesino en su carreta llevando un cargamento de maíz producto de su cosecha. Con él, subido en la carreta, estaba su perro, el cual no perdía ocasión de ladrar a todo aquel que se cruzara con ellos.

Llegados a una curva donde sobresalía una gigantesca roca, apareció la figura de un puma, que asustó al mulo que tiraba de la carreta. El campesino, por esquivar al felino que se lanzó sobre él, cayó pesadamente al suelo golpeándose la cabeza con una piedra quedando inconsciente.

El perro, aterrado, escondióse bajo la carreta. El mulo que se había soltado por el susto, arremetió contra el puma dando coces a diestra y siniestra, librando al campesino de una muerte segura.

Bastante magullado, el puma logró huir de aquel endiablado animal que se había empecinado en darle su merecido.

Después de un buen rato, el campesino despertó y el perro comenzó a lamerle el rostro y a mover la cola al ver que a su amo no le había sucedido nada.

- Bravo, pequeño, dijo el campesino. Eres un perrito muy valiente. Si no hubiera sido por ti, ya ese puma me habría devorado.

Un cuervo que se hallaba cerca de ahí y que había visto todo lo sucedido, le dijo al mulo:

- Qué tonto hay que ser para, dejar que otro se lleve los honores de la batalla.

El mulo, riéndose, le contestó:

- Haz el bien y no mires a quién, querido amigo. Yo me siento satisfecho con haber actuado como lo hice, y si el perro quiere vanagloriarse con los méritos de otro ya es cuestión de él, yo quedo en paz con mi conciencia.

MORALEJA
A veces la recompensa por nuestras buenas acciones, es cobrada por quienes no tuvieron participación alguna.

REFRÁN
«Haz el bien y no mires a quién».
(Cuando realicemos una buena acción debemos hacerla desinteresadamente, sin tener en cuenta por quién la hacemos y sin pensar en obtener retribución alguna).




LOS OSOS
Estaba un oso aconsejando a su hijo sobre el arte de la pesca, para lo cual habíalo llevado hasta un río donde abundaban los salmones.

El osezno se sentía feliz de ver la gran sabiduría que su padre mostraba al describir la forma en que un oso debía introducirse en las aguas del río y coger a los escurridizos salmones. No satisfecho con eso, el oso contaba a su hijo con grandes detalles las grandes pescas que él había realizado con su padre y con su abuelo.

Mamá Osa gruñía de vez en cuando, como tratando de indicarle al oso que no exagerara tanto, pues, no quería que su pequeño hijo sufriera una desilusión.

Llenos de entusiasmo, padre e hijo se introdujeron en las frías aguas de aquel río torrentoso.

Vanos resultaron los denodados intentos del oso, pues, los salmones en su fuga se escabullían entre las patas de aquel que pretendía darse un banquete a costa de ellos.

No tardó mucho el oso en caer patas para arriba en su desesperada e infructuosa cacería.

La algarabía del osezno fue tan grande al ver a su padre en tan curiosa posición, que éste aprovechó la circunstancia para salir del río y decirle a su hijo que mejor sería comer un poco de miel, pues, había notado que los salmones estaban muy pequeños por lo que no valía la pena esforzarse en capturarlos.

«Del dicho al hecho hay mucho trecho», murmuró Mama Osa al oído del gran oso, quien sólo atinó a refunfuñar.

MORALEJA
El exagerar las cosas puede que engañe a algunos por algún tiempo, pero a fin de cuentas suele descubrirse la verdad.

REFRÁN
«Del dicho al hecho hay mucho trecho»
(No debemos confiarnos enteramente en las promesas, pues, suele ser mucho menos lo que se cumple que lo que se ofrece).




LA CABRA Y EL CERDO
Estaba una cabra mirando cómo un cerdo iba a ser sacrificado.

- Fíjate el triste final que uno tiene, amiga cabra, dijo el cerdo. Tanto me han engreído dándome buena comida y buenos cuidados, para que al final me cuelguen de las patas y me partan en dos.

La cabra mostróse indiferente, pues, la buena leche con que proveía a sus dueños la hacía sentirse libre de cualquier amenaza.

Aprovecha la oscuridad de la noche y huye, no seas tonta, pues, de seguro que no tardaran en cogerte de las barbas y darte una cuchillada en la panza.

Cada cierto tiempo se repetía aquel lúgubre ritual, durante el cual los pobres cerdos iban resignados camino al matadero.

Tiempo después, una hambruna azotó aquel poblado, por lo que muchas aves de corral también terminaron sus días en cacerola. Mientras tanto, la cabra seguía engordando hasta el punto en que su contextura fue llamando la atención de dueños y vecinos.

Una mañana en que la cabra se hallaba descansando plácidamente, le pareció oír una voz que le decía:

- Adiós cabrita, nunca digas de esta agua no he de beber.

Algo aturdida, la cabra creyó haber escuchado aquella voz en otro tiempo. En ese instante aparecer en el establo a su dueño, quien llevaba en la mano un buen atado de alfalfa. La cabra moviendo su rabito, fue a su encuentro.

Cuando el hombre la cogió de la chiva, la cabra comprendió el significado de aquella voz y pudo reconocer en ella la voz del cerdo. El brillo del largo cuchillo que el hombre llevaba en la otra mano y que la cabra no había visto, le terminó de confirmar que estaba viviendo sus últimos instantes.


MORALEJA
Desatender la voz de la experiencia trae consigo posibles desventuras.


REFRÁN
«Nunca digas de esta agua no he de beber».
(Nadie está libre de que le suceda lo que a otro, ni seguro de que no hará algo que le repugne).




EL PUMA Y EL OTORONGO
Discutían acertadamente un puma y un otorongo, pues, el primero había atrapado un ave y el otorongo reclamaba la presa como suya alegando que la captura había sido hecha en su territorio.

- Tu territorio, eso es un abuso. Aquí nadie tiene terreno propio, esto es una selva y cada cual puede cazar con libertad. Además abusas con todos por tu grato tamaño, quitas a otros su alimento, maltratas al que se cruza en tu camino cuando estás de mal humor y...

- Cállate, ya, interrumpió el otorongo tomando el ave para sí. Ya me cansé de escucharte así que si no tienes más que decir, me disculpas, pero debo ir a desayunar.

El pobre puma apretó los dientes para ahogar su cólera al ver al abusivo otorongo llevarse el ave que tanto trabajo le había costado.

- Esto no se queda así, hablaré con el caimán, dijo el puma enfurecido.

El viejo caimán, que habitaba en las orillas del río, era quien impartía la justicia en toda la selva, por lo que aquella mañana de verano se encontraron nuevamente acusador y acusado.

- Habla puma, dijo el caimán.

Después de relamerse los vigores, el puma se dispuso a dar un extenso discurso.

- Excelentísimo señor, creo que no es justo que el otorongo se adueñe del alimento de todos los animales de la selva aprovechándose de su gran tamaño. Voy a enumerar a continuación todos los abusos que él comete a diario.

- Sí, ¡es un abusivo!, gritaron conjuntamente todos los animales presentes.
El caimán lo interrumpió y dijo:

- No es necesario caer en largas enumeraciones, un botón, basta de muestra.

El otorongo levantó una pata para defenderse, pero el viejo caimán lo hizo callar.

- Bien, señor otorongo. Hoy dio probará su bravura. Hemos pedido al rey de la selva africana que venga de aquellas lejanas tierras.

Dicho esto, apareció ante la vista de todos una enorme jaula cubierta de hojas. El otorongo, ignorante de que el rey de la selva africana era el león, al verlo aparecer con su enorme melena y sus grandes colmillos, partió a gran velocidad perdiéndose entre los árboles y no se le volvió a ver en mucho tiempo.

Todos los presentes vivaron al rey de la selva africana, quien luciendo una gran sonrisa levantaba una de sus garras retribuyendo la ovación.

MORALEJA
Siempre existirá alguien más poderoso que aquél que ostenta el poder, para demostrarnos que todo poder es relativo.

REFRÁN
«Un botón, basta de muestra».
(En prueba de lo que se dice, basta aducir un sólo hecho, de entre los muchos que se podrían citar).




LOS PUMAS
Estaba un puma escondido tras un árbol a la espera de que un hurón saliera de su guarida para atraparlo y comérselo. El pequeño animal asomó la cabeza sin salir de la madriguera, como medida de precaución, pues, sabía que por esos lares acechaba un feroz puma.

Viendo que ningún peligro saltaba a la vista, el hurón se aventuró unos metros instante que el puma aprovechó para lanzarse contra su presa. Pero los reflejos del hurón fueron más rápidos esta vez y el puma terminó hundiendo su nariz en la tierra.

- Ja, Ja, Ja, eso sí que está bueno, dijo un joven puma que viendo lo acontecido se avecinó al lugar. Lo que pasa viejo amigo, prosiguió el recién llegado, es que ya estás envejeciendo y tus reflejos ya no son buenos, del plato a la boca, se enfría la sopa; pero no te preocupes, yo te ayudaré, terminó diciendo, en tanto le ponía una pata como consolándolo.

- Mira viejecito, a tu edad ya se tiene que recurrir a la astucia, y, modestia aparte, la astucia es mi fuerte.

El viejo puma, a punto de llorar, escuchaba cabizbajo a aquel esbelto y vigoroso felino que, con sus palabras, no hacía más que hacerlo sentir en ridículo.

- Vamos, vamos viejecito, no pongas esa cara, decía el joven puma y volvía a poner su gruesa pata sobre la cabeza de su compañero haciéndolo sentir peor a cada momento.

Puestos de acuerdo, los pumas pusieron en efecto su plan. Cuando el hurón saliera de su madriguera, el joven puma saltaría sobre el agujero cubriendo la entrada, así el hurón se vería en la urgencia de treparse al árbol más cercano y allí sí que sería fácil dar cuenta de él. El viejo puma se colocaría debajo del árbol por si el hurón pretendía saltar.

- Ves amigo lo astuto que soy, y volvía aponerle la pata encima de la cabeza.

A regañadientes, humillado y derrotado, el viejo puma hubo de hacer lo que la juventud ordenaba.
Todo salió como el joven puma había indicado, pues, el hurón, al ver su guarida amenazada, no le quedó más remedio que trepar al primer árbol que encontró. Y hasta allí llegó su perseguidor. Suspendido en una delgada rama, el pequeño hurón comenzó a temblar de miedo mientras el elástico felino se acercaba amenazante. Un error de cálculo pues la rama no soportó el peso precipitó la caída del puma, quien fue a dar sobre su viejo compañero. Ya no fue la pata lo que el viejo puma recibió sobre la cabeza, sino el peso de todo el cuerpo de aquel astuto felino que pareció ignorar la diferencia entre el peso de un puma, y un hurón.

MORALEJA
Aquellos que hacen ostentación de ser muy astutos es frecuente que terminen haciendo el ridículo.

REFRÁN
«Del plato a la boca se enfría la sopa».
(En un instante pueden quedar destruidas las más fundadas esperanzas de conseguir prontamente una cosa).




EL MISIONERO Y EL CAZADOR
Iban por la selva un misionero y un cazador, cuando de repente, el cazador avistó una leona a quien dio muerte de un certero disparo.

- No creo que existo un cazador cuya puntería sea más certera que la mía.

- No lo dudo, dijo el misionero, pero no puedo comprender esta afición tan insana de andar por aquí y por allá dando muerte a todo animal que se le cruce a uno en el camino.

Más adelante, cuando llegaron a un paraje, el misionero le dijo al cazador:

- Bueno, aquí debemos separarnos. Yo me iré río arriba a curar y a ayudar a mi prójimo.

- Y yo, dijo el cazador, me iré río abajo, pues tengo entendido que por allí abunda la caza mayor.

Así se separaron aquellos dos seres cuyas acciones eran tan disímiles como antagónicas: mientras uno se preocupaba por ayudar y salvar seres humanos, el otro andaba exterminando a to¬do animal que encontraba.

Por esas cosas increíbles que tiene el destino, ambos hombres volvieron a encontrarse después de mucho tiempo.

Pero esta vez, el misionero no encontró a aquel hombre vigoroso de ánimo soberbio y pedante, sino a un ser mutilado sobre una silla de ruedas. El cazador había perdido un brazo y ambas piernas; tenía el ánimo decaído, la mirada sombría y el rostro envejecido y cubierto de arrugas.

El hombre había sido sorprendido por una manada de leones y gracias a la intervención de otros cazadores, había logrado salvar la vida. Con la misma vara que mides serás medido, pensó el misionero recordando une frase que había leído en el Evangelio.

MORALEJA
La crueldad con los animales es propia de los hombres irracionales, incapaces de quererse a sí mismos y mucho menos a los demás.

REFRÁN
«Con la misma vara que mides, serás medido».
(Como tratemos a los demás, así seremos tratados posteriormente).




EL BURRO, EL ASNO Y EL BÚHO
Se lamentaba un burro que su hijo no tuviera progresos a pesar de que él le había comprado infinidad de libros. El burrito se pasaba todo el día echado con un libro entre sus patas.

- De repente el muchacho es duro para aprender, se decía el acongojado padre. Lo llevaré donde el doctor Asno para que le haga una prueba.

El asno, luego de auscultarlo por todas partes, inquirió al pequeño:

- A ver jovencito, levanta tu pata derecha.

- Bien, prosiguió el Asno, ahora levanta tu patita izquierda.

Y el burrito levantó su pata izquierda. Así estuvo el pequeño durante varios minutos moviendo la cabeza, ora la cola, ora la oreja derecha y respondiendo con eficiencia a todos los mandatos del Asno.

- No encuentro mal alguno, concluyó el doctor Asno. Por mi parte, doy en alta al paciente; aquí tiene mis honorarios.

Y dicho esto, el asno alcanzó al burro un papel en el que el burro se comprometía a entregar al doctor Asno un fardo de heno y otro de alfalfa.

Los días, las semanas y los meses siguieron pasando sin lograr progreso alguno, aun cuando el burro seguía comprándole libros al hijo y éste s< afanaba por vivir con los libros entre las patas. - Debe usted visitar al búho, pues no hay nadie que conozca mejor los secretos y la sabiduría de los libros que él, dijo el topo al acongojado padre. Ya frente al búho, dijo el burro sin poder ocultar su aflicción: - Haga de mi hijo un sabio como usted y trabajaré a su servicio el resto de mi vida. Seré su esclavo si usted me lo pide. El búho lo miró por encima del unos gruesos espejuelos. - iHum! Igual que yo. Qué se habrá creído este sujeto. Llegados a la casa del burro, el búho comenzó a reír a grandes carcajadas, al ver al burrito rodeado de libros y sosteniendo uno entre sus patas delanteras. - Ja !¡ Ja ! Burros tenían que ser. Libros cerrados, no sacan letrados. Padre e hijo se miraron entonces como diciéndose a sí mismos qué culpa tenían ellos si en los libros no decía que había que abrirlos.

MORALEJA Todos aspiran para sus hijos lo mejor, pero es conveniente tener en cuenta sus capacidades y limitaciones a fin de poder orientarlos.

REFRÁN «Libros cerrados, no sacan letrados». (La sabiduría existente en los libros no se aprovecha si no se estudia).




EL LEÓN, EL LOBO Y LA ZORRA
Reunidos bajo la copa de un árbol estaban descansando un león, un lobo y una zorra. Pusiéronse de acuerdo para cazar juntos, y así, se fueron en busca de una manada de cebras a quienes encontraron bebiendo en una laguna.

La astuta zorra y el feroz lobo se encargaron de dirigir a las cebras hacia un atolladero donde fueron presa fácil del león que los esperaba agazapado entre unos matorrales. De zarpazo en zarpazo, una a una, las cebras fueron cayendo sobre la espesa hierba.


- Buena caza hemos tenido, dijo jadeante la zorra.

- Vaya que sí ha sido buena, manifestó el lobo disponiéndose a clavar sus dientes en el cuello de una de las cebras.

- Un momento señor lobo, dijo el león cogiendo al lobo del pescuezo con una de sus garras y levantándolo en vilo. Primero tenemos que repartir las ganancias y luego cada uno verá qué es lo que hace con su parte.

De inmediato, el león distribuyó el producto de la caza en tres partes.

- Oiga, señor león, creo que se ha equivocado usted, pues, he podido contar seis cebras muertas y sólo he recibido una, dijo la zorra con cierta extrañeza.

- Lo mismo opino yo, manifestó el zorro. Se supone que si son seis cebras a cada uno de nosotros, deberá correspondería dos por cabeza.

El león, que se había separado cuatro cebras para él, dijo mostrando su enorme garra:

- El que parte y reparte, se llevo lo mejor parte, salvo que alguno de ustedes quiero poner en duda lo que estoy diciendo, en cuyo caso deberíamos llevar la discusión a otro plano.

Ya el león se disponía a limar sus uñas en una piedra, cuando la zorra dijo:

- No hoy necesidad de discutir por dos cebritas señor león, total, yo soy chiquita y no puedo comer mucho.

- Tiene usted razón, agregó el lobo. Lo que es a mí, con lo mal que me cae la carne de cebra, no pienso...

Y así quedaron zorra y lobo justificándose para no provocar la ira del Rey de la Selva, quien al final decidió no compartir nada y llevarse todo.

MORALEJA
Es necesaria la prudencia cuando las fuerzas de nuestros opositores son superiores.

REFRÁN
«El que parte y reparte, se lleva la mejor parte».
(El que distribuye algo, siempre buscará quedarse con la parte más grande).



EL GRILLO Y LAS TERMITAS
Unas laboriosas termitas llevaban sobre sus cuerpos unos pedazos de hojas de álamo, semillas y otras cosas que les sirviera de alimento.

Un grillo que se hallaba descansando allí cerca, dijo en voz alta:

- Así, amigas, así, carguen, carguen. El ejercicio es bueno y mantiene la salud en óptima condiciones. ¡Ji! ¡Ji!

La abuela escarabajo, al ver echado al joven grillo, díjole con voz rezongona.

- ¡Qué mala vida la que llevas pequeño holgazán! Te levantas tarde, andas vagando por aquí y por allá durante todo el día, eres un ocioso irremediable.

- La ociosidad es madre de todos los vicios, y este jovenzuelo parece que los tuviera todos encima, intervino el señor gorgojo.

Durante los meses siguientes las termitas continuaron llevando al termitero grades cantidad de alimento. De rato en rato algunas de ellas se detenían y miraban al cielo como si esperaran algo de allá arriba. No sólo las termitas, sino muchos animales de otras especies habían estado acumulando alimentos en sus guaridas, de ahí que cuando comenzó aquella lluvia torrencial que duró más de cinco días, arruinando las cosechas, todos los precavidos tuvieron algo que comer. No así aquel ocioso grillo que en vano tocó innumerables puertas, pues, nadie acudió en su auxilio muriendo al poco tiempo que escampó.

MORALEJA
El trabajo no sólo dignifica al hombre, sino que es el motor de su sustento.

REFRÁN
«La ociosidad es madre de todos los vicios».
(Es conveniente mantenerse ocupado para no contraer vicios).




LOS RATONES, LAS TORTUGAS Y LAS CIGÜEÑAS
Burlábanse unos ratones del andar torpe y lento de dos tortugas, a las cuales veían, infructuosamente, tratando de cruzar un arroyuelo.

- ¡Ja! ¡Ja! Algún día lograrán cruzarlo amigas, no desistan en su intento, decía uno de ellos.

- ¡Qué velocidad!, si parecen unos rayos, dijo otro regocijándose patas arriba.

- ¡Bah! No les hagas caso, díjole una a la otra. A palabras necias, oídos sordos, y esos ratones son unos verdaderos necios.

Así estuvieron un buen rato, mientras la pobre tortuga trataba inútilmente de cruzar la corriente de agua. Una pareja de cigüeñas al ver aquel grupo compacto de tentadoras presas, se lanzaron sobre ellas.

Las tortugas se escondieron en sus conchas y las cigüeñas, a pesar de sus fuertes picos, no pudieron ni siquiera rasguñar tan macizo caparazón.

- Dejemos a éstos y vayamos en busca de esos ratones, dijo una de las aves.

En vano los ratones buscaron refugio entre la espesa y crecida hierba, pues, sus largos y agudos picos hicieron presa fácil de los roedores.

Cuando las zancudas se marcharon satisfechas, dijo una de las tortugas:

- Tenías razón. No vale hacer caso a las burlas que otros nos hacen, pues, ha quedado demostrado que los únicos tontos fueron aquellos ratones.

MORALEJA
Quienes buscan mostrar su superioridad ante los más débiles, olvidan que también ellos pueden resultar inferiores a otros más fuertes.

REFRÁN
«A palabras necias, oídos sordos».
(No se debe prestar atención a tonterías y simplezas).




EL LOBO Y SUS HIJOS
El lobo decía a sus hijos:

- Ustedes deben ser siempre unidos, pues, juntos podrán defenderse de sus agresores con mayores posibilidades que quien enfrenta la adversidad por sí solo.

Los lobitos escuchaban con atención y asentían con la cabeza cada vez que el lobo les daba un nuevo consejo.

Cuando los lobitos crecieron, uno de ellos salió pata torcida. Se ausentaba de la madriguera constantemente sin autorización de su padre y muchas veces se marchaba con algunas manadas de lobos vagabundos mayores que él. Las reprimendas del padre no se hacían esperar, pero el avieso lobato no hacía caso.

- Será la último vez que te llamo lo atención, yo que la próximo vez que vuelvas a los andadas te tendrás que marchar, pues, eres un mal ejemplo para tus hermanos.

El que mal anda, mal acaba, es mejor perder un hijo que perder tres.

Al poco tiempo el lobo se marchó. Con gran tristeza el padre lo vio perderse en una noche de luna. Un aullido agudo, profundo e interminable fue la despedida con que el padre arrancó de su corazón al hijo descarriado, al hijo malo; pero hijo al fin.

Fue otro lobo, quien después de algunos meses, trajo la nefasta noticia de que el lobo había muerto cuando atacaba un rebaño de ovejas.

Aquella noche, cuando todos dormían en la cueva, el viejo lobo se internó en el bosque y llegó hasta la tumba donde estaba enterrada la madre de sus hijos. Fue en ese momento que por el hijo perdido lo invadió la misma pena que sintiera cuando murió la madre. Y otra vez, como en aquel entonces, toda su bravura de lobo sucumbió en un lastimero sollozo.

MORALEJA
Cuando se adquieren malas costumbres y éstas arraigan, es muy difícil quitárselas posteriormente.

REFRÁN
«El que mal anda, mal acaba».
(El que vive desordenadamente tiene, por lo común, un fin desastroso).



EL ASNO Y LAS OVEJAS
Un pequeño asno, aburrido de estar solo todo el día en el establo, decidió unirse a un grupo de ovejas que pastaban cerca de ahí.

- Vaya, vaya. Esas ovejitas sí que la deben de pasar de lo lindo: jugando y saltando, iAh! , eso sí que es encontrarle sentido a la vida.

Una mañana en que el pequeño asno vio a las ovejas yéndose a pastar, desató sus riendas y corrió a darles el encuentro. Allí estuvo gran parte del día corriendo y saltando, divirtiéndose de lo lindo, pero cuando al atardecer bajaron unos lobos del monte y pusiéronse a perseguir al rebaño, el pequeño asno partió velozmente y no se detuvo hasta llegar al establo.

- ¡Uf! ¡Uf!, por poco me cogen esos lobos. Si éste es el precio de lo diversión, más vale solo que mal acompañado.

MORALEJA
Debemos cuidarnos de las apariencias, pues, muchas veces éstas resultan engañosas.

REFRÁN
«Más vale solo que mal acompañado».
(Las malas compañías pueden arrastrarnos al vicio, y conducirnos a muchos peligros).




LAS COMADREJAS Y LOS COCODRILOS
Tres comadrejas estaban muy hambrientas por lo que decidieron caminar por la orilla de un río en busca de algunos nidos de cocodrilos para apoderarse de los huevos.

Más de una docena de descuidadas madres perdieron a sus futuros hijos como consecuencia del hambre voraz de aquellas predadoras. Inútil resultó la persecución emprendida por los enfurecidos reptiles, pues, las veloces comadrejas se esfumaron no bien se percataron de que sus vidas corrían peligro.

Pero como el mundo da vueltas y vueltas, no tardaron en encontrarse nuevamente cocodrilos y comadrejas. Sucedió que estas últimas venían huyendo, en compañía de otros miembros de su especie, del acecho de una leona. Conocedoras de los hábitos de la leona, las comadrejas dejaron el campo abierto y se dirigieron al río donde intentarían cruzarlo para deshacerse de perseguidora.

Los casi cincuenta individuos que conformaban el grupo, lograron tomar la orilla y, sin pensarlo dos veces se lanzaron en las tranquilas y turbias aguas de aquel río cenagoso. Cuando llegaron a la mitad del río, las comadrejas fueron abordadas por una veintena de cocodrilos quienes en un instante formaron un cerco alrededor de ellas.

- Bueno, dijo un enorme cocodrilo que alcanzaba los nueve metros desde la punta del hocico hasta la cola. Queremos a las tres ladronas que han depredado nuestros nidos, y las queremos ahora. Las demás podrán seguir su camino.

Al ver que todos los miembros del grupo se mostraban solidarios con las culpables, el cocodrilo dijo a sus compañeros:

- Nadie podrá negar que no les dimos su oportunidad. Que justos paguen por pecadores.

En menos de cinco minutos, una última comadreja fue a parar en el estómago de uno de los atacantes.

La leona, que desde la orilla observó todo lo acontecido, sonrió satisfecha y se marchó.

MORALEJA
El proteger a quien ha cometido una falta es hacerse cómplice de éste.

REFRÁN
«Justos pagan por pecadores».
(Cuando alguien comete una falta, muchas veces sus semejantes tendrán que pagar la falta que no han cometido por no conocerse la identidad del culpable).