domingo, 7 de agosto de 2011

MAGOS Y SALTIMBANQUIS




1.-           El ladrón
2.-           El arco iris y el avariento
3.-           La serpiente codiciosa y el sapo envidioso
4.-           Los zorros y los gallinazos
5.-           Los gitanos y el oso
6.-           La gaviota y el pescador
7.-           El granjero, las gallinas y las ratas
8.-           El buscador de perlas
9.-           El padre y sus hijos
10.- El ganso y los pavos
11.-  La ardilla y la tortuga
12.-  La foca y la morsa
13.-  La zorra y el gallo
14.-  Los ciervos y el leopardo
15.-  El león sabio y mentiroso
16.-  El campesino
17.-  Las dos hermanas
18.-  La víbora y el camaleón
19.-  El sapo y el cocodrilo
20.- El muchacho ocioso y el caballo
21.-  El cazador de zorros y el oso
22.- La lengua maliciosa
23.-  La liebre, el tejón y el puercoespín
24.-  Los tres gatos
25.-  La golondrina, el gallo y el gato montes
26.-  El conejo, el zorro y el hurón
27.- Los mosquitos
28.- El pequeño zorrito
29.- El oso pardo y las abejas
30.- La zorra y sus hijos
31.-  El asno y la mula
32.-  El leñador, el nogal y el viento
33.-  El camello, la tortuga y el zorro
34.-  Los borrachos
35.-  La mosca y el caracol
36.-  La oveja y los carneros
37.-  El canario y el petirrojo
38.-  El cazador cobarde
39.-  El  alce y el ciervo
40.- Las urracas, el perro y el hortelano
41.-  El  perro y el hurón
42.-  El asno y el mago
43.-  La cigarra, la oveja y el gusano de seda
44.-  Los topos, el mapache y las lagartijas
45.-  El boyero y los bueyes
46.-  El piojo y el buey



EL LADRÓN

Huyendo estaba un ladrón de sus perseguidores cuando se internó en un bosque creyendo que así sus posibilidades de escape serían mayores.  Ya en el bosque, el ladrón fue víctima de las picaduras de arañas y hormigas, las alimañas abundaban por todos lados haciendo insoportable su andar.  La policía, provistas de linternas, seguía sus huellas paso a paso, “no le daremos ni un segundo de tregua”, decían.  Como para agravar su situación, una manada de lobos había olfateado su rastro y le seguía los pasos muy de cerca.

Acosado por la policía y por los lobos el ladrón logró llegar hasta un peñasco donde pudo reposar unos instantes.  Ante la proximidad de los lobos el hombre saltó desde lo alto del peñasco hacia las aguas de un tranquilo río que pasaba por allí.  Los policías, atraídos por los gritos que el hombre profería, llegaron hasta el río, en cuya orilla había un cartel que decía: PELIGRO, RÍO INFESTADO DE PIRAÑAS, NO BAÑARSE.

-Pobre infeliz, eso es lo que se llama saltar de la sartén para caer en el fuego, dijo un policía.

En vano esperaron los lobos hasta el amanecer, pues, lo único que pudieron encontrar en la orilla fue un viejo zapato.  El otro se hallaba en el fondo del río.

MORALEJA
Huir de nuestro destino  a veces resulta en vano”.




EL ARCO IRIS Y EL AVARIENTO

Enterado un viejo avaro de que al final de un arco iris siempre se encontraba una enorme olla llena de monedas de oro, se encaminó hacia allá con la firme idea de posesionarse de aquella inapreciable fortuna.

Para cumplir con tal empresa, el hombre tuvo que comprar, con gran dolor para su bolsillo, tres grandes mulas y varios instrumentos para extraer las riquezas.

Tres amigos de lo ajeno, que estaban atentos a sus pasos, no tardaron en seguirlo para ver qué podían obtener.  El hombre llegó hasta un precipicio  de poca profundidad y observó que el final del arco iris estaba detrás de una pequeña montaña.

El hombre descendió utilizando una enorme cuerda y luego, como no pudo descender con las mulas, tuvo que seguir varios kilómetros a pie.  Así anduvo durante muchas horas, sin encontrar tesoro alguno.  Cuando regresó, lleno de desaliento, se dio cuenta que los ladrones se habían levado las mulas y todo lo que encontraron en ella, incluyendo la cuerda por la cual había descendido.

Como era de esperar, el hombre fue agotando sus reservas de agua y de aliento y agobiado por la sombra de la muerte se sentó a esperar.  Unos gallinazos revoloteaban por el lugar, tres días después.

MORALEJA
“La ambición desmedida nos lleva por malos caminos.




LA SERPIENTE CODICIOSA Y EL SAPO ENVIDIOSO

Vivía entre los árboles cercanos a una laguna, una larga serpiente de cabeza amarilla y cuerpo cubierto de manchas rojizas y pardas.  La belleza de su piel hicieron que el ofidio se volviera un ser soberbio y altanero.  Pero no bastándole con esto, se volvió un animal sumamente codicioso, llegando a querer poseer todo lo que los animales del lugar tenían.

Y como los malvados nunca andan solos, no le faltó a la serpiente la compañía de un sapo, cuya mayor “virtud” era la envidia.

Bah!, esa corbata es horrible, le decía al mono.

-¡Uf!, qué mal olor tiene esa colonia que se ha echado señor, decía el lenguaraz sapo buscando molestar al pobre papagayo.

Pero lo extraño era que mientras todos los animales evitaban encontrarse con el sapo o la serpiente, ellos parecían buscarse, pues, siempre se les veía juntos.  Es más, el sapo rastrero informaba a la serpiente de las adquisiciones que hacían los animales para que los ojos codiciosos de la larguirucha brillaran de ambición.


Pero como todo en la vida tiene su fin, un día los dos amigos se toparon con un enorme cocodrilo, que andaba por ahí perdido.  Lo último que vieron los sorprendidos amigos fue la enorme bocaza del reptil que ya se cerraba, sin clemencia alguna, llevándose al fondo del agua, un sapo y media serpiente.

MORALEJA

“Hay quienes por sus vicios y defectos nacen para congeniar”.




LOS ZORROS Y LOSGALLINAZOS

Escapando de una cacería, dos zorros se internaron en un desierto esperando así salvar el pellejo.


-¡Uf!, por poco me agujerean esos cazadores, dijo uno de ellos.

-Eso no me  preocupa ahora.  Lo que estoy pensando es cómo sobreviviremos en este desierto con este calor infernal.  Aquí no encontraremos ni moscas, amigo..


Y así anduvieron durante horas, apremiados por el hambre y la sed.  Unos gallinazos empezaron a volar sobre ellos esperando que murieran para devorarlos.  Al verlos, el zorro más pequeño le dijo al otro:


-La necesidad aguza el ingenio, amigo.  Y hoy día comeremos gallinazos.

El pequeño zorro se tiró en la arena haciéndose el muerto, mientras que el otro se  ocultó entre unas rocas a la espera de que las rapaces acudieran. Tal como el astuto zorro lo había planeado, dos gallinazos cayeron en la trampa y les sirvieron de alimento.

Tiempo después, el pequeño zorro fue herido por un granjero mientras asaltaba un gallinero.  No pudo llegar muy lejos y murió desangrado cerca de unas montañas.  Cuentan que ningún gallinazo se atrevió a asomar el pico por esos lares.

MORALEJA

“Ante los apremios, uno extrema su entendimiento para salir airoso de las dificultades”.




LOS GITANOS Y EL OSO

Un gitano, agobiado por las deudas, decidió vender el oso bailarín con el cual se ganaba el sustento.  El enorme animal no gozaba de buena salud, por las constantes hambrunas a las que era sometido por su amo quien hacía mal uso del dinero que ganaba.

El único comprador que encontró para aquel oso desnutrido fue otro gitano de vida tan desordenada y desaforada como la de él.  El otro gitano entregó una mínima parte del dinero pactado y nunca más apareció.

El pobre oso, hambriento como estaba, se negaba a realizar sus bailes y actos de acrobacia si no le daban de comer.  El gitano malvado la emprendía agolpes contra él, aumentando así su sufrimiento.  Quiso el destino que el primer dueño diera con el oso y así se encontraron frente a frente aquellos dos seres de vida tan similar y reprobable.


-Por fin te  encontré, embustero.  Creías que te quedarías con mi osito, pero te equivocaste de lleno.  Ahora miso se va conmigo.

Está demás decir que se armó un litigio tremendo, porque ambos gitanos se creían con derecho sobre el animal.  Cuando llegó la policía acompañada por un inspector de la Sociedad Protectora de Animales, se puso a consideración del oso para que escogiera con quien quedarse.  El animal miró detenidamente a los dos gitanos viendo en el rostro de uno de ellos la hambruna y en el otro los reiterados golpes recibidos.

Así que movió la cabeza de un lado a otro en señal de no querer quedarse con ninguno, el oso fue trasladado a una cómoda jaula donde disfrutó de una diaria comida y la compañía de una robusta osita.

MORALEJA

“No se puede esperar reconocimiento de parte de quien ha sufrido nuestros maltratos.




LA GAVIOTA Y EL PESCADOR

Una gaviota se encontró con una barca en la que un pescador vaciaba sus redes, luego de un fructífero día de pesca.  El ave se avecinó a la barca en busca de algún pez con que llenar la molleja.


-Fuera de aquí, sinvergüenza, le increpó el pescador.  Qué te hace pensar que te daré unos peces.   Crees que por el solo hecho de que te allegues a mi barca me sentiré obligado a alimentarte con el fruto de mi trabajo.  Fuera de aquí, volvió a repetir el pescador pero ahora tratando de golpear al ave con una redecilla.


El ave, ante el peligro de verse magullada, huyó hacia la costa en busca de refugio.  A las pocas semanas, el pescador se lanzó a la mar, pero al ver que cerca de la costa la pesca estaba rala, decidió, temerariamente, internarse mar adentro, aun cuando el viento arreciaba con mucha fuerza.


Por la tarde, cuando ya el mar se hallaba sumamente embravecido, el pescador trató de regresar a la playa, pero ya le resultó imposible controlar su embarcación.  Angustiado por lo precario de su situación, el hombre busco infructuosamente un punto de referencia, pues, la espesa neblina no hacía visible más allá de sus narices. 


En eso vio que una gaviota se había posado sobre la barca y se sintió salvado.  Era la misma gaviota que semanas antes le había pedido un poco de alimento.  El ave, recordando el maltrato sufrido, se negó a ayudarlo.  El hombre se tendió cuan largo era sobre la barca, y cerró los ojos al darse cuenta que su destino estaba sellado.


MORALEJA

“No se puede esperar ayuda de quienes fueron golpeados con nuestra indiferencia”




EL GRANJERO, LAS GALLINAS Y LAS RATAS

En un granero, un granjero poseía un gran número de gallinas ponedoras, las cuales le proveían un promedio de cien huevos diarios.  Pero sucedió que un cambio brusco de estación trajo consigo una epidemia de ratas, las cuales atacaban sin reparo a las gallinas cuyo número fue disminuyendo.

El granjero invirtió gran parte de sus ganancias en raticidas, trampas y una serie de instrumentos, buscando con ello eliminar a aquellos molestos roedores.  Pasado el tiempo, el granjero se dio cuenta que todo esfuerzo para combatirlas resultaba inútil, de ahí que en su desesperación tomó la decisión de evacuar a las aves y de prender fuego el granero, destruyendo así los nidos de ratas.

-Qué importa peder mi granero si con ello consigo eliminar a esos demoníacos animales.  Ya después, con las ganancias que obtenga con la venta de algunas gallinas y con los huevos que éstas pongan construiré uno nuevo y mejor, al cual las ratas no podrán entrar.

MORALEJA

“Algunos hombres no temen perder parte de sus propiedades cuando con ello destruyen al causante de sus desgracias”.




EL BUSCADOR DE PERLAS

Una mañana, cuando el Sol dejaba caer sus rayos con gran fuerza, un pescador  se internó en el mar con la  intención de buscar ostras a fin de obtener las perlas que saben formarse dentro de ellas.

-Ya me cansé de vender pescado y ganar poco dinero, se trabaja mucho uno huele a pescado todo el día y en fin, eso o da para vivir.

Toda la tarde estuvo el hombre sacando las ostras que se hallaban fijas a las rocas e iba almacenándolas en el pequeño bote de remos en que se encontraba.  Luego, cuando vio que ya tenía un gran número de ellas, se puso a abrirlas con al ayuda de un filudo cuchillo.

-¡Diablos!, exclamó después de abrir un gran número de ellas sin encontrar perla alguna. Creo que todo este esfuerzo es inútil, mejor seguiré pescando, después de todo esto es más seguro.

Dicho esto, el pescador arrojó la última ostra que le quedaba en el bote al mar, pues consideró que estaba perdiendo su tiempo.  La ostra se hundió en el agua; luego de algunos minutos abrió su concha, y una hermosa perla, al contacto con los rayos del Sol que se hundía entre las diáfanas aguas, dejó escapar su brillo majestuoso.


MORALEJA

“A veces desistimos en nuestros esfuerzos para lograr algo, en el preciso momento que el éxito toca a nuestras puertas”.




EL PADRE Y SUS HIJOS

Construyan dos casas para que vivan con sus familias”,  dejó dicho un padre a sus hijos antes de morir.  Para ello dejó una buena cantidad de piedra con la cual podrían realizar aquella empresa.


El mayor de ellos, Magari, tomó sus herramientas y picó la piedra buscando colocar en cada pared la roca correcta.   El otro, Ernesto, al ver que las piedras eran muy pesadas, optó por construirla de arena, la cual era más liviana y requería menos esfuerzo para transportarla.


-Una casa de arena no resistirá ni el menor viento, muchacho ocioso, díjole el abuelo.


Has lo que tu padre te indicó y pica la piedra como ha hecho tu hermano.


El muchacho ocioso no hizo caso al anciano y se marcho.  Cuando el abuelo lo encontró al poco tiempo, interrogó al nieto sobre la casa.


-¿Y muchacho, hiciste lo que te indiqué?
Sorprendido en su desidia, el jovenzuelo contestó que todo estaba en orden.


Cuando el clima cambió considerable-mente y el viento arreció con tal fuerza que los  árboles centenarios cedieron quebrándose sus troncos, la casa del hijo mayor resistió el impacto con sobriedad, más no así la casa del otro hermano, que vio su casa desplomarse como un castillo de naipes.


MORALEJA

“Es bueno escuchar a los viejos, sus palabras encierran mucha sabiduría”.




EL GANSO Y LOS PAVOS

Viendo que los pavos recibían doble ración de comida más que el resto de las aves de la granja, un ganso decidió pintar sus plumas del color de éstos y hacerse pasar por uno de ellos.  ¡Y vaya que sí resultó su treta!

A las pocas semanas su peso se había duplicado.  Y si bien su estatura no era como la de los pavos, muy bien podía pasar por uno de estos.  Cierta mañana, en que el ganso se hallaba descansando plácidamente junto a sus “hermanos”, apareció el granjero y le dio unos granos de maíz remojados en licor.

Al ganso le extrañó tal alimento, pero como se había vuelto muy glotón, no sólo se contentó con tragarse su ración sino que aprovechó para comerse la de otros.

Cuando a los pocos minutos se sintió mareado.  Ya estaba en una enorme cocina junto a otros a quienes ya estaba desplumando.

-Este pavo es medio raro, dijo un hombre mientras cogía al ganso del pescuezo y éste trataba inútilmente de explicar algo que el filo de un cuchillo no le dejó concluir.

MORALEJA

“Pretender asumir la identidad de otros, puede traernos ventajas y desventajas”.




LA ARDILLA Y LA TORTUGA

Tumbada patas arriba estaba una tortuga resignándose a morir, pues, nadie asomaba por esos lares como para que pudiera socorrerla.  Los rayos solares del mediodía no hicieron más que aumentar el tormento de su desdicha.

Cuando parecía que ya su fin era inevitable, apareció una pequeña ardilla quien, luego de olfatearla por todos lados ayudó a volver a su estado normal.

-Gracias ardillita.  Qué hubiera sido de mí si no hubieras aparecido a tiempo.

La tortuga se deshacía en agradecimientos mientras que la ardillita sentía que lo único que había hecho era cumplir con su deber.

-Hoy por ti, mañana por mí, dijo la ardillita mientras se trepaba a un árbol en busca de una bellota.

Pasados unos días, la ardillita salió muy temprano de su cueva en busca de alimento.  Sin darse cuenta, la pequeña ardilla enredó una de sus patas traseras en una trampa para comadrejas quedando así a merced de las zorras y jinetas que merodeaban por el lugar en busca de pequeños roedores.

Un petirrojo que volaba por ahí cerca, puso en sobreaviso a la tortuga del peligro que corría la ardilla.  A pesar de su lentitud, la tortuga se encaminó a socorrer a quien en una oportunidad la había librado de una muerte segura.

Sacando fuerzas de bravura, la tortuga logró alejar a una joven zorra que ya se acercaba amenazadora al lugar en que yacía la pequeña ardilla.  Con su pequeña y potente boca, la tortuga logró roer el duro cordel de la trampa y liberar así a su amiga.

-Gracias amiga tortuga.  Me alegro de que no olvidaras que un día te salvé la vida.  Desde ahora andaré con más precaución y lo mismo te aconsejo a ti.

Ya entrada la tarde, la tortuga y la ardilla se fueron andando cada una a su guarida.

MORALEJA
             
“Nunca debemos pasar por ingratos, olvidando los favores que un día os hicieron”.





LA FOCA Y LA MORSA

Se jactaba una morsa de la belleza y blancura de sus colmillos, creando entre las focas cierto complejo de inferioridad.  Aquellos poderosos incisivos superaban largamente los cuarenta centímetros, de ahí que algunas focas coquetas se sintieran inquietas cuando veían pasar aquel vanidoso colmilludo.

Los celos de los machos eran motivo de no pocas discusiones y contrariedades en toda la colonia de pinnípedos, por lo que optaron las focas por encerrar a sus hembras en unos cubiles que ellos mismos construyeron entre las rocas.

Mientras tanto la morsa seguía proclamando por todos lados y en toda ocasión la incomparable belleza de sus colmillos, creando a su alrededor una especie de leyenda, la cual no tardó en llegar a oídos de intrépidos cazadores, que provistos de armas y trampas, salieron en busca de aquel prodigio.

-Por más que se esconda no tardará en caer en manos de aquellos malvados hombres, dijo una foca.

El pez por la boca muere, y ahora no le queda más que esperar a que la atrapen, dijo una foca.




LA ZORRA Y EL GALLO

Todas Las mañanas, muy temprano, una zorra se avecinaba hasta el corral de un labriego donde se deleitaba viendo a una enorme gallina, que muy coqueta, iba rascando la tierra por todos lados.

-No soy acaso el animal más astuto de todos cuantos se hayan visto sobre la Tierra.  , cierto, puesta noche ponderé a prueba mi astucia y me haré de esa gorda y sustanciosa gallina.

Conocedora del lugar exacto en donde dormía la gallina, la zorra logró evadir la vigilancia del labriego, de los criados y de los perros.  Arrastrándose llegó hasta el lugar donde una agitada respiración, le anunció su triunfo.


Tomó al animal por el pescuezo y,  amparándose en la oscuridad logró huir, no sin dejar un gran alboroto con su fechoría.  Ya internada en el bosque, grande fue su decepción al darse cuenta que en vez de gallina se había apoderado de un gallo viejo.  ¿Qué había sucedido?


El labriego había recibido la visita de unos parientes lejanos y para agasajarlos había cocinado a la gallina.  Y el gallo, acostumbrado a dormir al aire libre, se había apoderado de aquel acogedor rincón donde acostumbraba dormir la plumífera.

-¡Bah!, tanto esfuerzo para atrapar a este gallo viejo.

Dicho esto, la zorra tomó al gallo por las alas y, dándole un puntapié, lo arrojó de vuelta al corral.


MORALEJA
      
“No podemos menospreciar la fortuna que se nos presenta, por más insignificante que sea, pues, no sabemos, cuándo se nos volverá a presentar ésta”.




LOS CIERVOS Y EL LEOPARDO

Pasaban tranquilamente dos hermosos ciervos junto a un arroyuelo, cuando unos ruidos llamaron su atención.  Acercándose con mucha cautela hasta el lugar de donde provenían aquellos rugidos, pudieron comprobar con gran sorpresa que entre las redes de un cazador, un enorme leopardo luchaba con fiereza para librarse de sus ataduras.

-¡Oh! Pobre animal.  No tardarán en llegar los cazadores y le darán muerte ara quitarle la piel, dijo uno de los ciervos.  El otro lo miró molesto y le dijo con voz grave:

-Y qué esperas.  Que liberemos a esta fiera que tantas muertes ha ocasionado entre nosotros.  Ni lo pienses.  Un leopardo muerto es mejor que un leopardo vivo.

Y dicho esto, ambos ciervos se marcharon cruzándose en su camino con grupo de cazadores que ya iban en busca de su presa.

MORALEJA

“Aquellos que han hecho daño, en vano esperan la ayuda de quienes han sido dañado




EL LEÓN SABIO Y MENTIROSO

Conversando estaban dos leones sobre la mejor manera de gobernar, cuando el más joven de ellos le dijo al otro:

-¿Cómo haces para mantener tu autoridad sobre todos los animales, mi estimado amigo?

-Eso es muy fácil, contestó el león viejo.  Ven conmigo y te lo demostraré.

El león viejo llevó al león joven hasta los linderos de su reino, y rugiendo con gran fuerza, dijo a viva voz:

-Quiero que todos me hagan ver mis defectos, para lo cual desfilarán delante de mí, así yo iré anotando en una hoja todo lo que me digan.


Las quejas y reproches del sapo, la cebra, el tigre, la jirafa, el mapache y un gran número de animales no se hicieron esperar.  Uno de los más exaltados fue el camello, quien acusó al abuelo de ser un abusivo.

El último en aparecer fue el zorro, quien a disgusto de la mayoría llenó de alabanzas al viejo león, llamándolo “protector de los débiles”  y “melena generosa”.

El viejo león llevó al zorro a su cueva con la promesa de premiarlo y ahí se lo tragó delante del joven león.  Quien comprendió que la mejor forma de gobernar era deshaciéndose de los hipócritas y los mentirosos.

MORALEJA

“Nadie conoce mejor la mentira que aquel que vive en ella”.




EL CAMPESINO

Habitaba en una comarca un joven campesino que acostumbraba levantarse con el sol y trabajar en la tierra hasta que éste había desaparecido en el horizonte.


Hombre habituado a las rudas labores agrícolas, el campesino obtenía gran cantidad de dinero como producto de las ventas de sus cosechas.  Cierto día, encontrándose en plena labor, se presentó un anciano y le mostró algunos objetos de oro que lo dejaron sumamente impresionado, pues, el campesino no conocía la existencia de tan bello metal.


-¿Cómo puedo hacer para conseguir estos lindos objetos?, preguntó el campesino muy asombrado.


-Muy fácil, respondió el anciano, sólo tienes que darme parte de tus tierras y yo a cambio te daré todo mi oro.

El campesino aceptó y fue así que el anciano terminó siendo dueño de una parte de aquellas tierras.  Al poco tiempo el campesino aceptó una nueva transacción, y luego y otra hasta que no tuvo más tierras que cambiar.

-No tendré tierra, pero tengo mucho oro, se decía a sí mismo el campesino.

Tiempo después sobrevinieron las lluvias trayendo consigo una hambruna tal que casi no había qué comer.  Sólo aquellos que tenían tierras pudieron acumular algo de alimentos y sobrellevar aquel desastre.  Al pobre campesino lo encontraron abrazado a su oro, del cual ni muerto quiso separarse.

MORALEJA

“De nada sirve acumular riquezas cuando posteriormente nos vemos imposibilitados de ellas”.




LAS DOS HERMANAS

Enteradas de que un príncipe llegaría en busca de esposa, las muchachas de un pueblo pusiéronse sus mejores vestidos para verse más atractivas.  Cerca de un molino habitaban dos hermanas, una era muy hermosa, pero de vida disipada y de malas artes, la otra, era regordeta y fea, pero de vida tranquila y de sentimientos nobles.

-De nada te servirá que te pongas ese traje y arregles tus cabellos, pues, de seguro que el príncipe se sentirá atraído por mi belleza, díjole la bella joven a su hermana.

El príncipe llegó y después de recorrer todas las casas del pueblo, eligió a la muchacha regordeta y fea.  Indignada, la bella hermana reprochó al príncipe su elección.

-Mi elección ha sido sabia, dijo el joven monarca.  Dentro algunos años tu belleza se habrá marchitado y de ella no quedará más que un vago recuerdo de otros tiempos.  Pero tu interior permanecerá inalterable y pobre de mí si decidiera juntar mi vida a la tuya.

En cambio la belleza interior de tu hermana permanecerá intacta, y qué mejor que envejecer al lado de una mujer de bellos sentimientos.  El príncipe fue aclamado y felicitado por la sabiduría demostrada en la elección de la que debería ser su compañera.

MORALEJA

“Las buenas virtudes al contrario de la belleza física perduran a través del tiempo”.




LA VÍBORA Y EL CAMALEÓN

Estaban paseando un camaleón, cuando divisó una víbora que se acercaba amenazadoramente.  De inmediato cambió de color camuflándose con gran facilidad entre unas hojas.  Otro día, nuevamente el camaleón avistó a otra víbora, por lo que rápidamente cambio de color confundiéndose entre unas ramas secas.

Casi a diario el saurio debía esquivar el peligro que representaba aquel rastrero animal.  Una noche de luna, el camaleón divisó a su enemiga por lo que instantáneamente cambió su color.  Pero esta vez su artificio no funcionó, pues, de un mordisco, la víbora inyectó el mortal veneno en el cuerpo de su víctima.

-Tonto animal, conozco ya todas tus caras.  Sabía que tarde o temprano te atraparía.

El pobre camaleón sucumbió sin saber que era la misma víbora quien lo acechaba día a día, tratando de descubrir cómo es que lograba escabullirse.

MORALEJA

“Por más que seamos duchos en el arte de la hipocresía, llega un momento en que ya no podemos seguir engañando a nuestro prójimo.”




EL SAPO Y EL COCODRILO

Saliéndose un sapo del estanque donde vivía, se aventuró a introducirse en las aguas de un río.  Tal cambio le resultó tan agradable que decidió cambiar de vivienda quedándose en esta forma permanente.  Una mañana en que el sapo se hallaba cazando mosquitos, se le apareció un enorme cocodrilo quien no tuvo reparos en hacerse de presa tan pequeña.  Viéndose en tal apuro, el pobre sapo dijo al cocodrilo:


-¿Por qué pretendes devorarme cuando puedo resultarte de mayor utilidad? 

Intrigado el cocodrilo preguntó:

-¿Y por qué crees serme de utilidad, pequeño sapito?

-Pues, sabrás, respondió el sapo, que tengo fama entre los animales por mi indiscreción.  Si me perdonas la vida, te prometo que de hoy en adelante permaneceré en la orilla de este río y te avisaré cada vez que vea acercarse algún cazador para que puedas huir.

-Eres sabio y astuto, querido amiguito, pero tu indiscreción es algo de o que no me puedo fiar, pues, quién me dice que mañana o más tarde no avisará a los cazadores de mi presencia y así podrás deshacerte de mí.


No bien hubo terminado de parlamentar el cocodrilo, cuando de un certero mordisco, el sapo desapareció entre sus fauces.

MORALEJA

“Las personas indiscretas no son vistas con buenos ojos, pues nunca serán de fiar”.




EL MUCHACHO OCIOSO Y EL CABALLO

Iba todas las tardes un muchacho a recoger alfalfa y heno de una granja ara alimentar a los animales de un establo.  Para ello, iba montado en un viejo caballo, que cada día sucumbía a los malos cuidados de que era objeto.  De nada valían las  Grupas y los lamentos del pobre animal, pues, el muchacho se mostraba inclemente a ello.

Después de colocar los enormes fardos de heno y la alfalfa sobre el lomo del animal, el muchacho se montó encima, haciendo más ardua la labor del jamelgo.

-Eres un necio, muchacho,  tomado tú parte en ella, empeoras mi situación teniendo que cargar contigo.  Cómo se ve que no te interesa mi vida.  El día que yo no esté lamentarás mi ausencia.

Un día el caballo enfermó, y por más cuidados que le prodigó su amo, éste falleció.

-Bien, díjole el amo al muchacho ocioso, a partir de mañana tendrás que llevar los fardos de heno y alfalfa sobre tus espaldas, pues, mis animales no pueden quedarse sin comer.

MORALEJA

“Por no hacer causa común con los débiles, terminaremos cargando con sus responsabilidades”.




EL CAZADOR DE ZORROS Y EL OSO

Estaba un cazador terminando de colocar  unas trampas para zorros, cuando el fuerte calor lo hizo detenerse junto a un arroyo donde una corriente de agua clara calmó su sed.


-Con todas estas trampas debo de hacerme de un gran número de pieles con lo cual ganaré mucho dinero, díjose el cazador mientas que, echado sobre la hierba, se colocaba el sombrero sobre el rostro para tomar una siesta.


No bien hubo conciliado el sueño, cuando las fuertes pisadas de un gran oso lo hicieron despertar.  Al ver que aquel enorme animal avanzaba decidió  atacarlo, el hombre huyó velozmente dejando olvidado tras de sí su rifle.

No bien hubo andado algunos metros cuando por descuido pisó una de sus trampas quedando tendido y preso de un gran dolor; a los pocos segundos, la ingente figura del oso apareció a pocos metros.

-Qué desgracia la mía, musitó el cazador.  Por cazar a otros caigo en mi propia trampa y quedo presa fácil de la muerte.
Los rayos solares que nublaban su visión, desparecieron para dar paso a una fresca sombra provocada por el enorme cuerpo del oso que ya se erguía en dos patas para dar cuenta del cazador.


MORALEJA

“Es frecuente que al prepararse  una emboscada para nuestros semejantes, seamos los primeros en caer en desgracia.




LA LENGUA MALICIOSA

-Son una vergüenza para nosotros, decía la lengua a los dientes. Siempre se les ve amarillo haciendo que la boca adquiera mal aliento.

Día a día se escuchaban las recrimina-ciones y las voces airadas de la lengua, provocando malestar a todos los componentes de la cavidad bucal.  Otro día fue el paladar quien tuvo que soportar la interminable perorata de la lengua.

-Qué cómodo te resulta el aseo que el amo te brinda, ocioso.  Te llevas los mejores manjares los cuales te veo saborear con fruición.

Pero un buen día un vecino de la lengua, el paladar y los dientes intervino en la conversación; era la úvula, ese pequeño apéndice carnoso que cuelga del velo palatino y que es fácil distinguirlo cuando abrimos la boca muy grande.

-Oye, tú, chismosa.  Cómo te atreves a estar fastidiando todo el día.  Viendo la paja en el ojo ajeno y no reparando en el tronco que tienes en los tuyos.  El mal aliento se quita con el aseo, pero el daño que provocas con tus traiciones y tus chismes es como el fuego que arrasa un bosque, ya el daño es irrecuperable.  A ti no te puede dominar nadie, eres un látigo incansable de mortal veneno.

La lengua, al verse atacada, no supo para dónde correr, pues los dientes se cerraron fuertemente y así la tuvieron prisionera durante mucho tiempo.

MORALEJA

“No existe ningún hombre que pueda dominar su lengua”





LA LIEBRE, EL TEJÓN Y EL PUERCOESPÍN

Habiéndole permitido una liebre habitar en su madriguera a un tejón a cambio de mantener la limpieza de éste entre ambos, dióse cuenta al poco tiempo que el tejón cumplía con su función una que otra vez provocándole un gran malestar.


Un día se cruzaron en la entrada de la cueva y quedáronse atascados.
-Está cada día más gordo, si dedicara más tiempo a mantener limpio el cubil tal como lo acordamos no andaría yo de mal humor todos los días.

El tejón, rascándose la boca, dijo con buen humor.

-No se amargue, lo que pasa es que la cueva es muy estrecha.

-¡Qué estrecha, ni nada!  Hoy día se marcha usted de acá, ya no lo soporto, estalló la liebre.

El tejon se marchó.  Una ardilla vecina dijo a la liebre:

-Ahora qué va a hacer, a usted siempre le ha gustado vivir acompañada.

La liebre malhumorada, respondió:

-Y a usted qué le importa, vieja chismosa.

Ya encontraré otro compañero.

A los pocos días, un puercoespín se ofrecía a vivir con la liebre a cambio de trabajar en la limpieza.

-Sea usted bienvenido, dijo la liebre.

La vieja ardilla se regocijaba al escuchar día a día y a cada momento los ayes de la liebre, cuando las púas del puercoespín se le clavaban en el cuerpo cada vez que se cruzaban en las galerías subterráneas.

MORALEJA

“A veces por salir de un malestar caemos en otro de mayores consecuencias”.





LOS TRES GATOS

Hurgado en los basurales, buscando algo con qué alimentarse, se hallaban tres gatos.

-Esto es lo que se llama una vida miserable, dijo un gato de pelaje negro.  Hay quienes habitan en suntuosas casas y se alimentan de las mejores comidas mientras una anana en su mecedora les acariciaba el lomo.  Les aseguro que llegará el día en que o me verán más por estos muladares.

Pasado el tiempo el gato negro no fue visto por los basurales, “debe haber encontrado algún lugar donde guarecerse de las penurias”, dijo un gato blanco.

-Ya lo volveremos a ver, vendrá de nuevo a aspirar este aire rancio y nauseabundo. La cabra tira para el monte y ese granuja no olvidará sus orígenes, dijo un gato tuerto y esmirriado que conocía al desaparecido desde hacía mucho tiempo.

Y aquellas palabras proféticas no tardaron en hacerse realidad ya que el joven gato fue arrojado a la calle por sus dueños adoptivos al observar en éste muchas mañas, sin duda adquiridas en sus malas juntas.

MORALEJA

“Por más que quiera cambiar sus modales, quién nació torcido muere torcido”.




LA GOLONDRINA, EL GALLO Y EL GATO MONTES

Una golondrina y un gallo estaban en lo alto de un acantilado.  La primera destacaba la ventaja que tenían los animales alados sobre los animales marinos y terrestres.

-Al menor peligro no hago más que batir mis alas, emprendo el vuelo y adiós enemigo, dijo el gallo.

El gallo sacudió la cresta en gesto altanero y se miró las alas; La golondrina se sonrió.

Allí permanecieron  platicando durante largo rato sin percatarse que un gato montés escuchaba durante largo rato sin percatarse que un gato montés escuchaba la charla con atención.  Visto el momento propicio, el felino arremetió contra las aves.  La golondrina llegó hasta la orilla de un gran peñasco, batió sus alas perdiéndose rápidamente.  El gallo imitó a la golondrina, pero infructuosamente sus alas trataron de elevar su cuerpo, el cual después de chocar contra las afiladas rocas, quedo destrozado en el fondo de un abismo

Otro gato montés que observaba, interrogó al primero.
-¿Qué es eso que yace allí en el fondo?

El gato montés lo miró perplejo y le dijo con indiferencia:

-Según yo, un gallo, pero según él, una golondrina.

MORALEJA

“Las apariencias suelen ser engañosas y es frecuente que nos expongamos al ridículo o a peores desgracias por creernos igual o similares a otros”.





EL CONEJO, EL ZORRO Y EL HURÓN

Huyendo de la persecución de un zorro, un conejo encontró una cueva entre unas piedras, sudoroso y agitado se introdujo en aquel cubil.

Desde allí vio pasar a su perseguidor quien movía la cabeza de un lado a otro sumamente confundido.

-De la que me libré, dijo el conejo.

No bien terminó de decir eso cuando sintió que alguien lo tomaba de las patas traseras.  El dueño de la cueva, un enorme hurón, lo devoró en un instante.  Afuera, el zorro volvía a pasar, sin comprender cómo había escapado el conejo.
RALEA

MORALEJA

“Hay veces en que se puede caer de la sartén al fuego”





LOS MOSQUITOS

Estaban unos mosquitos revoloteando en una cocina cuando divisaron sobre una alacena un vaso con sobras de vino.  Aquel aroma tan profundo se volvió tentación.

-Se ve delicioso, dijo uno de ellos.

-¡Quién pudiera darle una probadita!, zumbó otro.

Después de larga charla e indecisiones, quedaron extasiado frente al vaso cuyo zumo los seguía tentando con más fuerza a cada momento.

-Yo seré el primero, dijo el más osado.

Deslizándose lentamente por el vaso, el intrépido mosquito logró llegar hasta la orilla del líquido viscoso y estirando la trompa, introdujo su aguijón.

-Está delicioso, vengan, no sean cobardes, gritó emocionado.

Un mosquito se lanzó sin precaución y cayó en el vino; sus alas transparentes se tornaron inútiles, nada podían hacer los otros por ayudarlo.

-Y si se toma todo el vino no creen que podría salvarse, dijo uno a quien la cabeza no le funcionaba bien.

Todos lo miraron, pensando, porqué no era él quien se había caído.


MORALEJA

“La audacia puede convertirse en imprudencia cuando no se toma las debidas precauciones”




EL PEQUEÑO ZORRITO

-Si ellos pueden meterse en el gallinero y sacarse las gallinas tan fácilmente, qué no podré hacer yo que soy un zorro joven, dijo un zorrito creyendo haber encontrado una manera sencilla de hacerse de alimento.

Al ver pasar a los zorros con sus botines en el hocico, el zorrito cavó un agujero por debajo de la cerca de protección; y ya dentro del corral, no hubo gallina que escapara a su persecución.  Alarmados los gallos por la algarada, arremetieron a picotazos contra el intruso, un gran número de contusiones en el cuerpo confirmaron al pequeño zorro que aquel “trabajito” no era tan fácil.
Los zorros al verlo en tal estado comenzaron a reírse.

-A eso llamo ir por lana y salir trasquilado, dijo el zorro veterano en el oficio.

El zorrito no volvió a asomar el hocico por los alrededores del gallinero

MORALEJA

“Cada acción de nuestra vida debe realizarse a su debido momento”.




EL OSO PARDO Y LAS ABEJAS

Un viejo árbol, cercano a un arroyuelo, lucía un hermoso colmenar donde unas abejas habían depositado sus panales.  En ardua tarea se les veía trayendo el polen de las flores vecinas, cuantiosa miel se iba acumulando en cuantiosas celdillas de cera.

Un buen grupo estaba encargado de cuidar el colmenar, emitiendo zumbidos de alerta ante la proximidad de algún extraño.  Una tarde avistaron a un oso pardo que de un certero zarpazo echó por tierra aquella edificación que tanto trabajo había costado.  De nada valieron los enjambres que aguijón en ristre, arremetieron contra el intruso; el oso se marchó complacido.

Tiempo después el oso amaneció ansioso por desayunar pescado;  “un río lleno de salmones es lo que necesito” pensó.  Después de andar un gran trecho y con el río  ala vista, el oso aceleró el paso; su andar imprudente hizo que una de sus patas cayera en un trampa de esas que los cazadores usan para capturar lobos.  Sus gruñido s y maldiciones parecían talar los árboles.  Un enjambre de abejas que pasaba vieron revolcarse al infeliz.

-No es este acaso el osito mielero, dijo socarronamente una de las abejas que comandaba el grupo.

El oso se sonrió buscando congraciarse con ellas y pensando que mejor hubiera sido permanecer callado con su trampa en la pata. Fueron tantos los aguijones que se clavaron en sus plantas que durante mucho tiempo recordó su fechoría.


MORALEJA

“El abuso y la injusticia tarde o temprano se paga”.




LA ZORRA Y SUS HIJOS

Una zorra estaba empecinada en lograr que sus hijos fueran por el sendero del bien, para lo cual todos los días los colmaba de consejos.  Cansados de escucharla, díjole un día el mayor de ellos:

-Tus consejos son sabios, querida madre, pero no podemos ser ajenos a tus incursiones nocturnas hacia los galleros vecinos para traernos el sustento, algo, que por otro lado, hemos aprendido al pie de la letra, pero parece que tú no te hubieras percatado de ello.

El lobezno, mirando a sus hermanos, agregó:

-Dejemos las cosas como están y no vayamos contra la naturaleza.


MORALEJA

“Antes de reconvenir a los demás orientemos nuestra vida y nuestras acciones por el camino recto”.




EL ASNO Y LA MULA

Paciendo estaba una mula cuando cerca de ella pasaron en veloz carrera cuatro caballos.  Detrás de ellos, un asno cargaba dos hatajos de heno.  Al verlo, díjole la mula:

-Si me dieran la oportunidad correría tan veloz como lo hacen ellos ya que soy más fuerte.

-No seas tonta, dijo el asno. También yo pensé lo mismo y mira el trabajo que me dieron después de verme correr.  Todo un animal de carga para llevar la comida a esos cuatro.  Anda, disfruta de tu libertad y olvida que has visto alguna vez a esos caballos.

Pero como en terquedad no hay quien le gane a la mula. Hizo caso omiso a los consejos del asno y se presentó donde el ganadero, dueño de aquellos veloces caballos.

Al otro día la mula llevaba cuatro hatajos de heno sobre el lomo. Al encontrársela en un camino, el asno le dijo:

-De verdad que eras fuerte, amiga.  Esos cuatro fardos lo demuestran, no cabe duda.

MORALEJA

“Quienes abandonan sus asuntos para inmiscuirse en cosas que no les atañen suelen acabar en desgracia.




EL LEÑADOR, EL NOGAL Y EL VIENTO

Un obstinado leñador se hallaba obsesionado en derribar un nogal que se hallaba al lado de un camino obstaculizando el tránsito de su carreta.

-Nada te cuesta, buen hombre, abrir un poco el camino antes de acabar con una vida, se lamentaba el nogal.

-Eres estúpido al pensar que voy a gastar energías con este sol abrasador, picando la piedra y removiendo la tierra sólo para que tú conserves esas inútiles ramas y esas hojas chamuscadas, ni lo pienses.

Sin más preámbulos, el leñador tomó su hacha y comenzó a talar el viejo árbol.  El viento, apiadado de los quejidos del nogal que soportaba heroicamente el filo del destral, esperó hasta aquel instante en que el bárbaro hombre daba el último golpe para soplar con fuerza e inclinar el tronco en dirección hacia él.

-Gracias, viento eterno, dijo el nogal.  En algo disminuye mi pena el saber que me llevo conmigo al causante de mi muerte.

MORALEJA

“Las desgracias o males que nos aquejan son más llevaderas cuando las compartimos con aquellos que nos las causaron”.




EL CAMELLO, LA TORTUGA Y EL ZORRO

Reunidos los animales para elegir rey, pues el león se hallaba muy enfermo, quedaron entre los finalistas el camello, la jirafa y el zorro.

-Reclamo el cetro del rey para mí, mi fuerza y mi gran tamaño justifican mi petición.


Los  jueces determinaron que un animal tan inofensivo no podría defender un reino tan grande, por lo cual el camello vio trunca sus pretensiones.

-Yo soy invulnerable a los ataques de mis enemigos escondiéndome en mi dura caparazón, puedo resistir en ella todo el tiempo que sea necesario.

Los jueces dieron la razón a la tortuga, pero su lentitud fue determinante para que sus pretensiones se vieran frustradas.

-¿Existe animal con más astucia que yo?, dijo el zorro.  Claro que no, vuestro silencio me da la razón.
Cuando los jueces, convencidos de los argumentos del zorro iban a darla por vencedora, apareció un granjero quejándose de los frecuentes hurtos de los que era víctima por causa del zorro.

-Un rey, dijo uno de los jueces, no puede ser ladrón, si ahora que no tiene poder actúa así, cómo será cuando lo tenga.

El zorro, apesadumbrado, agachó la cabeza y se marchó.


MORALEJA

“Nuestros malos hábitos pueden cerrarnos el paso a las grandes empresas.




LOS BORRACHOS

Llegado un hombre a una taberna, encontró a dos hombres que bebían acalora-damente.  Ambos se jactaban de ser grandes bebedores.  A las pocas horas, uno de ellos cayó pesadamente al suelo completamente ebrio.

-Ya ven, se vanagloriaba el vencedor, no existe nadie que pueda vencerme.  Puedo vivir días enteros y mantenerme siempre en pie.

El recién llegado retó al vencedor, pero a los pocos minutos cayó al suelo tal como lo había hecho el otro.  Un anciano que se hallaba cerca interrogó al vencido: 

-Oiga, buen hombre, es evidente que usted no está acostumbrado a beber.

El hombre, algo repuesto, contestó:

-Así es, anciano, sólo quería demostrarme que no estoy hecho para tales vicios, por lo cual doy gracias a Dios por haberme apartado de aquel camino.

MORALEJA

“Hay quienes se jactan de ser los primeros en aquello que no merece la pena”




LA MOSCA Y EL CARACOL

Al ver una mosca la lentitud con que se desplazaba un caracol, le dijo.

-Qué lerdo eres, muchacho, y encima vas dejando aquella baba pegajosa y nauseabunda.  No hay nada que hacer eres todo un asco.

El caracol, avergonzado, se introdujo en su concha a la espera que la mosca se marchara para continuar su camino.  A los pocos días, el caracol junto a otros caracoles e alimentaba junto a un hontanar, a pocos metros un enjambre de moscas revoloteaban sobre un montículo de basura.  Luego se pasaron sobre ella como una capa de alcorza que cubre un pastel. Ente las moscas el caracol reconoció a aquélla que la había avergonzado tiempo atrás.

-Tú me acusabas de ser un animal sucio.  Qué tal desfachatez la tuya, yo me alimento de hojas y algas y no de desperdicio.  Sucia y miserable criatura, cómo te has atrevido a ofenderme cuando no haces más que vivir en la basura.

Ante tal chasco, la mosca buscó perderse entre otro enjambre que recién llegaba para disfrutar de aquel festín.

MORALEJA
“Antes de corregir los errores de los otros, conviene enderezar los que tenemos”.




LA OVEJA Y LOS CARNEROS

Dos jóvenes carneros no perdían oportunidad de mostrar a los demás los fuertes vínculos de amistad que los unían.  A todos lados iban juntos y sabían protegerse mutuamente de los lobos, perros y zorros que acechaban.  Cierto día apareció en el rebaño una tierna y hermosa oveja que no tardó en convertirse en motivo de discordia.

Los lazos que el tiempo había fortalecido fueron debilitándose hasta quebrarse completa-mente.  Y llegó el día en que los carneros decidieron enfrentarse: la joven oveja sería para el vencedor.  Después de una tenaz lucha, el perdedor, buscando esconder su derrota, abandonó el rebaño y se internó en las montañas donde fue presa fácil de los depredadores.  El romance no duró mucho, no tardó en aparecer otro carnero más joven y robusto quien se adueñó de la oveja.

-Pobre de mí, se lamentaba el carnero.  Por culpa de este efímero amor perdí a un verdadero amigo.  No merezco vivir un día más.

Sabia la naturaleza, aquella noche se encargó del desdichado, una manada de lobos dio cuenta de aquel carnero desdichado.


MORALEJA
“Las cosas más preciadas pueden ser causa de nuestra perdición y desenfreno”.




EL CANARIO Y EL PETIRROJO

Estando un canario en su jaula, se quejaba acerbamente por el hecho de estar enjaulado; un petirrojo lo escuchaba desde su jaula vecina.

-Mira petirrojo, decía el canario.  Observa como el pato, la gallina y el pavo deambulan tranquilamente sin que reja o jaula alguna detengan su camino.  Cuánto quisiera yo poder disfrutar de tan ansiada libertad.

El petirrojo lo miró asombrado y después le dijo:

-Me extraña que quieras correr la misma suerte que aquellos desgraciados, pues, has de saber que dentro de poco la hoja del cuchillo cercenará su pescuezo; y aquella gallina pechugona, mientras ponga huevos no tendrá ningún problema , pero cuando ya o los ponga ya no será útil y llenarán la olla con ella.

-Pero, ¿y el pavo?, interrogó el canario.

-Ese pobre infeliz sí que tiene la fecha marcada.  Escucha esta adivinanza:

Todos me quieren
durante el año
Todos alaban
mi gran tamaño
Y cuando llega
la navidad
cantan una canción
para comerme sin compasión.

-El pavo, contestó el canario.

­Así es, dijo el petirrojo

Caída la venda de los ojos, el  canario cantó diariamente como nunca lo había hecho.

MORALEJA

“Los buenos amigos nos ayudan a reflexionar sobre nuestra suerte”.




EL CAZADOR COBARDE

Se hallaban de safari dos amigos, cuando encontraron la pista der un grupo de leones.

-Si nos separamos será fácil tenderles una emboscada, dijo uno

Así lo hicieron, pero uno de ellos se subió a la copa de un árbol para no ser presa de las fieras.  Subido allí lo encontró el otro cazador quien le dijo burlonamente.

-Valientes son de palabra quienes no nacen para cazar leones sino para perseguir cabras.

Ofendido y molesto, el cazador cobarde se justificó alegando que había tomado ese puesto para divisar mejor a la manad. Nuevamente volvieron a separarse, esta vez el apocado cazador fue seguido por el otro, quien quiso despejar cualquier duda sobre la pusilanimidad de su compañero.  Rato después lo encontró metido en un pequeño cubil dejando entrever tan sólo la espalda.

-No me equivoqué  contigo, dijo riéndose el otro cazador.  Luego agregó:

Osado de boca
mas no de hechos,
hombre que ante el peligro
deja entrever la espalda
mas no el pecho

MORALEJA

“Hombres hay que quieren demostrar su valor con las palabras, mas no con los hechos”.




EL  ALCE Y EL CIERVO
Poseedor de una cornamenta fuerte y poderosa, un alce gustaba pasearse por una montaña, “así todos me mirarán y admirarán”, decía altanero.

A sus oídos llegó la noticia que por los alrededores vivía un joven ciervo, cuyas astas eran tan fuertes y poderosas como las suyas.  Indignado el rumiante, no estaba dispuesto a tolerar que nadie pusiera en duda la grandeza de sus cuernos.

Seguido por  un grupo de su manada, el alce fue en busca del ciervo, “vamos a comparar las cornamenta y a determinar cuál es la más poderosa”, bramó malhumorado.

Cuando ciervo y alce se encontraron cruzaron miradas nada amigables; sin mediar palabra alguna pasaron a las cornadas y embestidas.

Así estuvieron hasta el anochecer en que, trabajados entre sí por las astas, cayeron en tierra víctimas del agotamiento.  Al amanecer un viejo reno que pasaba por allí al verlos agónicos uno al alado del otro, dijo a los más jóvenes:


-Miren hasta dónde puede llegar la vanidad y la soberbia.  ¿Cuál de los dos es el más fuerte? Ninguno, pues, ya no les falta mucho para morir.


Esperando el desenlace final, un grupo de lobos permanecía agazapado entre unos matorrales.

MORALEJA

“Cuando se tiene una reputación bien ganada, seamos humildes y estaremos libres de peligro”.




LAS URRACAS, EL PERRO Y EL HORTELANO

En un pueblito vivía un hortelano que gozaba de una bien ganada fama de tacaño.  El perro que cuidaba la huerta pasaba un sinnúmero de penurias a la hora de comer, el anciano hortelano apenas le daba algunas sobras del guiso que él mismo preparaba.


-Comer con sobriedad es bueno para la salud y prolonga la vida, fiel amigo, le decía el viejo cada vez que le daba de comer.

Ese discurso le caía al perro como una patada en el estómago.  Cuando el hortelano se metía en la huerta, buscaba la fruta chamuscada y la engullía con fruición, la que estaba madura y vistosa no la tocaba para poder conservarla.

Un día aparecieron en el huerto un grupo de urracas con la intención de darse un gran festín.  Cuando vieron al perro se abstuvieron de acometer contra los árboles.

-¡Qué desperdicio!, dijo una de las aves.  Nísperos, manzanas, peras, higos, naranjas y toda una serie de delicias y no poder tomarlas.

El perro viendo que el viejo dormía plácidamente en una hamaca, llamó a las urracas y les dijo.


-Vengan, tomen toda la fruta que quieran, pero eso sí, no toquen las marchitas ni las podridas, pues, esas son las preferidas de mi amo.


MORALEJA

“No se puede esperar muestras de lealtad por parte de aquellos que sufren nuestros maltratos.




EL  PERRO Y EL HURÓN

Notando la presencia de un hurón cerca al corral donde descansaba plácidamente un perro comenzó a ladrar dando la voz de alarma.  Lejos de reflexionar sobre el hecho, el amo la emprendió a bastonazos contra aquel inoportuno que había osado perturbar su sueño.

A los dos días el hurón volvió a asomar por el corral, al ver que el perro ni se inmutaba ante presencia, dio cuenta de un par de gallinas y un enorme conejo.

-¡Delicioso, delicioso!, dijo el intruso mientras limpiaba su hocico y se marchaba.

Al amanecer el granjero descubrió los daños causados por el ladronzuelo y sin mediar palabra alguna arremetió contra el perro por haber permitido aquella incursión.

Es misma noche, cuando ya la Luna mostraba su belleza y su brillo, el animal se marchó sin dejar rastro alguno.

MORALEJA

“No se puede contentar a quines por naturaleza poseen una forma de ser ambigua”




EL ASNO Y EL MAGO

Necesitando una bestia de carga para que hale su carreta, un mago logró convencer a un asno para que te sirviera durante algún tiempo.

-Tú jalarás mi carreta y yo haré uso de mi magia para convertirte en un animal hermoso que inspire estimación y respeto por parte de todos los animales, dijo el mago con gran convicción.


El asno se esmeraba diariamente por complacer al mago.  Llegado el día, el asno reclamó su parte del contrato.

-He cumplido contigo y ahora espero que sepas corresponder a mi esfuerzo y me conviertas en un animal hermoso.

Acostumbrado a timar a la gente con sus trucos, el mago tomó una máscara y una túnica y las colocó en la cabeza y cuerpo del animal.  Al verse ante el espejo, el asno quedó muy agradecido.  Ya internado en un bosquillo, la admiración y el asombro que provocó el asno entre los animales fue tremendo.  Semanas después, una hembra que olisqueaba unas flores llamó la atención del asno enmascarado quien empezó a rebuznar buscando congraciarse con ella.  En ese instante, todos se percataron que bajo aquella careta y aquella hermosa túnica se escondía la figura de un simple asno.  Las carcajadas y las burlas no se hicieron esperar y el pobre animal tuvo que esconderse durante mucho tiempo ala espera de que todos olvidaran el suceso.

MORALEJA

“Debemos aceptarnos como somos, con nuestros defectos y virtudes, pues, al querer ocultar los primeros podemos hacerlos más notorios”.




LA CIGARRA, LA OVEJA Y EL GUSANO DE SEDA

Una mañana primaveral entonaba una cigarra una dulce canción, en la que las flores hablaban de sus colores, éstas batieron sus pétalos agradeciendo a la trovadora aquella dádiva musical.  A la abeja y al gusano de seda no les hacía gracia el estridular incesante de la cigarra y no ocultaban sus quejas ni su malhumor.

-De qué se queja la abeja, acaso no disfruta de las canciones de la cigarra cuando toma nuestro polen, dijo una amapola.

-Y tú, gusanito, vas a negar que en las noches cuando descansas entre mis hojas a la luz de la Luna no disfrutas de esas canciones, dijo el girasol.


Unas rosas de un pequeño rosal se pusieron a cantar:

¡Ay! Qué pena
me da la abeja. 
¡Ay! Qué pena
me da el gusano,
 la cigarra
canta y deleita,
con su bello canto.

Avergonzados, abeja y gusano se marcharon cabizbajos.  La cigarra siguió cantando como siempre, las flores y los insectos de la floresta siguieron deleitándose con aquella voz candorosa que no dejó de cantar.

MORALEJA

“La ingratitud sumada a la hipocresía es signo de decadencia espiritual”.





LOS TOPOS, EL MAPACHE Y LAS LAGARTIJAS

-Todos nos consideran unos cobardes, lo mejor será que pongamos fin a nuestras vidas, gritó un viejo topo remeciendo la madriguera.

Un mapache, amigo de los topos, se mostró preocupado, en vano trató de que cambiaran de opinión.

-Ya está decidido, buen amigo, dijo el viejo topo.  Mañana saldremos temprano y en tropel iremos hasta el abismo y en pocos minutos todo habrá terminado.

-Estos ciegos son tercos, pensó el mapache y se refugió en su escondrijo a esperar lo peor.

Apenas hubo salido el sol, ya los topos se hallaban en fila esperando la señal del viejo topo.  El barullo que armaron los topos sacó de sus lagarteras a las lagartijas que habitaban en las orillas del abismo; los pequeños lagartos huyeron para evitar ser embestidos.  El mapache, atento a lo acontecido, rugió con estentórea voz:
-¡Alto!, deténgase.


Los topos detuvieron su marcha al reconocer la voz del mapache.

-Esperen a que estas asustadizas lagartijas encuentren un lugar seguro donde estar a salvo de ustedes.

-Se han asustado ante nosotros, dijo el viejo topo asombrado.

-Así es, contestó el mapache.  Les temen tanto que están huyendo por todas partes.

-Regresemos a nuestra madriguera, gruño el viejo topo.  Dejemos que esas cobardes vuelvan a la paz de sus escondrijos.

MORALEJA

“Siempre existirá alguien más desvalido que nosotros”.





EL BOYERO Y LOS BUEYES

Filetio.  No cedas nunca al impulso de tu insensatez para hablar altaneramente; antes bien, cede la elocuencia a las deidades, que son mucho más poderosas.

ODISEA
HOMERO

Luego de cargar su carreta de provisiones, un boyero tomó el camino de regreso al hogar.  Por lo estrecho del sendero, los bueyes tenían dificultades para halar la carreta con comodidad.

-¡Bah!, dijo el buey más joven.  Ya empezó este tipo con sus maldiciones y lamentos.  Es intolerable.

Hombre, carreta y bueyes siguieron por aquel sendero sin que cesaran las maldiciones ni los comentarios del joven buey.  Una mala maniobra del boyero precipitó la carreta por un despeñadero que terminaba en un río.  Los sacos y cajas de comestibles fueron arrastrados por la corriente, el hombre, desesperado, comenzó a vociferar:

-¡Por qué ha de sucederme esto!, malditas bestias.

-Si este pobre infeliz, dijo el buey joven, se metiera al río en vez de lamentarse algo salvaría de la carga, tenlo por seguro.

MORALEJA
“Ante la adversidad no valen los lamentos, sino el esfuerzo que hagamos para aligerar la desgracia”.




EL PIOJO Y EL BUEY

Halando el arado estaba un buey cuando cerca de su oído apareció un piojo.

-Déjame ayudarte y el trabajo te resultará menos pesado.

El buey se sonrió ante la ocurrencia de aquel insecto y continuó con su labor.


Hasta el atardecer estuvo el piojo subido sobre el yugo, terminada la faena, el piojo comentó:

-Arduo es este trabajo, lo que es yo ya estoy agotado.

El enorme animal volvió a sonreír y en el abrevadero calmó su sed.  Allí comenzó el piojo a exigir la mitad de los alimentos  de buey, “es justo que me toque eso por la mitad de mi jornada”.

-Mira, chiquitín, has agotado impaciencia; toma el yugo y deshace los surcos que crees haber hecho y ya no te debo nada.

El tamaño del yugo cambió la actitud amenazante del insecto, una sonrisa amigable acompañó su nueva petición.

-Me conformaré con unos granitos de maíz, si es que no es mucha molestia.

Otra sonrisa se dibujó en el adusto rostro de la bestia; quien siguió comiendo haciendo caso omiso a las peticiones de aquel bicho entrometido.

MORALEJA

“Las exigencias injustas no encuentran eco en el oído del justo.